El 28 de enero de 1820 marcó un hito en la exploración del planeta. Una expedición naval dirigida por Faddéy Bellingshausen y Mijaíl Lázarev alcanzó el inhóspito litoral del continente antártico.
La tierra firme resultó estar cubierta de colinas de hielo. Con el objetivo de asegurarse de que se trataba del continente que buscaban, las naves rusas bordearon su costa, pero no lograron desembarcar. La expedición duró 751 días.
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Faddéy Bellingshausen, jefe de la expedición hacia la Antártida
Sin embargo, todavía faltaba por explorar un enorme territorio en el hemisferio sur. La existencia o no del continente más austral quedaba pendiente.
La leyenda sobre la existencia de dicho continente se remontaba a tiempos pretéritos. Más tarde, los geógrafos creyeron que dicha tierra podía estar conectada con Australia o América del Sur.
La leyenda sobre la existencia de dicho continente se remontaba a tiempos pretéritos. Más tarde, los geógrafos creyeron que dicha tierra podía estar conectada con Australia o América del Sur.
El Ministerio Naval designó a Bellingshausen, un marinero experimentado que para entonces ya había protagonizado varias travesías importantes, jefe de la expedición. El objetivo de la tripulación era avanzar hacia el sur del planeta lo más lejos posible y despejar las dudas en torno a la existencia del continente austral.
La historia de la expedición rusa hacia el litoral antártico se remonta al verano de 1819, cuando un grupo de dos corbetas militares rusas, la Vostok y la Mirni zarpó —comandadas por Bellingshausen y Lázarev respectivamente— de la ciudad rusa de Kronstadt después de un largo período de meticulosas preparaciones.
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Modelo de una de las corbetas que participaron en la expedición
Bellingshausen se demoró más de un mes en la ciudad británica de Portsmouth. Allí se reabastecieron de víveres para el viaje. También adquirió diferentes herramientas navales para facilitar la navegación en aguas desconocidas. A principios de otoño, las naves rusas zarparon hacia las costas de Brasil.
Después de 21 días, las corbetas se acercaron a la isla española de Tenerife. Cruzaron el ecuador, atravesaron el océano Atlántico y pronto alcanzaron las costas de Brasil y anclaron en Río de Janeiro. Durante su estancia en la urbe, también se abastecieron de provisiones y, más tarde, se dirigieron hacia la región desconocida del océano Antártico.
El primer avistamiento
A finales de diciembre de 1819 la Vostok y la Mirni se aproximaron a la isla de San Pedro —también conocida como Georgia del Sur—. A partir de allí los buques rusos comenzaron a avanzar lentamente para sortear los icebergs. Su número comenzó a aumentar a medida que las corbetas se acercaban al continente glacial.
La expedición rusa se aproximó a las islas Sandwich del Sur, descubiertas por el explorador británico James Cook. Las corbetas lograron cruzar el círculo polar antártico a finales de enero de 1820. El mayor descubrimiento de su vida se encontraba a la vuelta de la esquina. Casi literalmente.
El 28 de enero de 1820 los marineros rusos divisaron por primera vez el continente antártico, un muro de hielo que les cortaba el camino hacia el sur. Las naves siguieron rumbo al este tratando de girar hacia el sur, pero a cada intento se topaban con el muro gigante de hielo. De modo que los viajeros se dieron cuenta de que habían dado con el continente glacial —y así lo llamaron—.
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Una corbeta rusa entre los icebergs (pintura)
En febrero de 1820 las corbetas rusas en dos ocasiones se acercaron a las costas de la Antártida, pero las condiciones eran difíciles a causa de la enorme cantidad de icebergs. Así que los buques se veían obligados a apartarse de la gélida costa, hacia el norte.
A mediados de abril, la corbeta Vostok ancló en Australia, en un puerto cerca de la actual Sídney. Una semana después arribaba la corbeta Mirni. Terminaba así la primera etapa de las observaciones.
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Un iceberg en la Antártida
El segundo viaje y el regreso a casa
Durante los meses invernales las corbetas rusas navegaron por los trópicos del océano Pacífico explorando la Polinesia, donde realizaron una gran cantidad de trabajos cartográficos. Por ejemplo, precisaron la ubicación de ciertas islas y sus contornos, determinaron la altura de algunas montañas y descubrieron 15 islas.
Tras regresar de su viaje por la Polinesia, los equipos de las embarcaciones rusas empezaron los preparativos para un nuevo viaje por los mares antárticos. El proceso duró cerca de dos meses. A mediados de noviembre la expedición zarpó de nuevo rumbo al sureste.
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Marineros rusos en Polinesia
El 22 de enero de 1821 descubrieron una nueva isla a la que bautizaron como Pedro I en honor al primer emperador ruso y, siete días más tarde, otra a la que le dieron el nombre del entonces emperador Alejandro I.
El 11 de febrero de 1821, cuando se dieron cuenta de que la corbeta Vostok tenía una fuga de agua, el jefe de la expedición ordenó navegar rumbo al norte. La expedición pasó por Río de Janeiro y Lisboa, y, el 5 de agosto de 1821, regresó a Kronstadt. Concluía así la segunda vuelta al mundo de Bellingshausen.
Los marineros de la Vostok y la Mirni no lograron pisar la Antártida, aunque sí lo hicieron los exploradores soviéticos el 5 de enero de 1956. Actualmente Rusia cuenta allí con siete bases activas.
Hoy en las cercanías de la base de Bellingshausen incluso se erige la iglesia de la Santísima Trinidad, el templo ortodoxo más austral del planeta.
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Aviones soviéticos en la Antártida
En 1959 un grupo de países firmó el Tratado Antártico, acuerdo que convierte el continente en zona desmilitarizada y en el que se regulan las relaciones internaciones con la Antártida.
Hasta el día de hoy algunos países reclaman la soberanía sobre ciertas porciones del continente —entre ellos, Argentina y Chile—. Rusia no forma parte de la lista, pero se reserva el derecho a reclamar una parte de la tierra en el futuro.
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