miércoles, 29 de enero de 2020

MARIO MORONTA TRATA DE JUSTIFICAR LA FALTA DE LA IGLESIA VENEZOLANA.


Caracas
Con absoluta impudicia, el jerarca de la Iglesia católica en Táchira, monseñor Mario Moronta, confesó la semana pasada a través de un Comunicado tener conocimiento de los abusos sexuales cometidos en contra de menores de edad por parte de un sacerdote que perdió la vida a manos
de una de sus víctimas. En el texto el Obispo de San Cristóbal reveló que por tales motivos el
presbítero había sido confinado a un monasterio, teniendo prohibido mantener ningún tipo de contactos con infantes. Es decir, en lugar de ponerlo a la orden de las autoridades competentes, dada la gravedad de sus presuntos delitos, decidieron esconderlo en un convento.
La centenaria historia de complicidad de la Iglesia con sus curas pederastas tuvo en esta oportunidad un desenlace fatal, pues el sacerdote --desatendiendo las instrucciones de sus superiores--abandonó su lugar de reclusión para ir al encuentro de quien, cansado de sus abusos, terminó quitándole la vida.
El pasado lunes el propio fiscal general de la República, Tareck William Saab, no dudó en hablar del presunto encubrimiento de la jerarquía eclesiástica, pues sobre el mencionado sacerdote pesaban acusaciones de haber abusado de otros menores desde hacía años, incluyendo el hermanito
de quien finalmente le ocasionó la muerte.
De hecho, en el ya citado Comunicado emitido por monseñor Moronta, se desnuda el tratamiento de esta conducta abominable como si de algo trivial se tratara, que solo ameritaría una reprimenda y vete para el rincón donde no te vea, en la que es, sin dudas, otra muestra de la inmoralidad con la cual actúa la jerarquía de la Iglesia católica, radicalmente alejada desde hace muchísimo tiempo de los principios cristianos que hipócritamente dice defender.
Es esa jerarquía clerical que protege a pedófilos y ha mantenido una perversa complicidad con los crímenes más atroces cometidos en buena parte de la historia de la humanidad; la misma Iglesia cuyos jefes dejaron de arrodillarse ante Dios para entregarse sin pudor a sus amos imperiales y solo rinden culto a una divinidad, el dólar estadounidense, ante el cual se postran servilmente.
Se mantienen de espaldas a Cristo, cumpliendo los mandatos de sus muy terrenales dioses, para quienes ejercen labores como oficiantes de la sumisión entre los fieles, manipulándolos en nombre del Dios en el cual no creen, para frenar a los pueblos que luchan por su liberación. Son esos, los que en lugar de proclamar los valores de quien murió en una cruz por nosotros, utilizan los púlpitos como tarima para propagar el veneno del odio entre los seres humanos y respaldan sin rubor las pretensiones de invasión y masacres de sus amos contra el pueblo venezolano.
Ha de llegar el día en que los verdaderos cristianos levanten su voz contra estos lacayos imperiales disfrazados con sotanas y se decidan a echarlos de los templos, como lo hiciera el hijo de Dios hace ya un par de milenios.
Ha de llegar el día…ha de llegar ese día, tal vez más pronto de lo imaginado.
jimmylopezmorillo@gmail.com
Caracas
Parásitos de la guerra Fred

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