Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein
Crédito: Barómetro Internacional
El año 2014 feneció con una noticia que estremeció los pocos cimientos que aún persisten de la guerra fría. Parafraseando el título del thriller erótico hollywoodense del director chino ChenKaige, el presidente estadounidense Barack Obama les dijo a los cubanos “te mataré suavemente”. Aunque el anuncio fue inesperado una serie de hechos previos, fueron dando pautas que hacían pensar que el momento se avecinaba. Quedó claro que ningún presidente de Estados Unidos es capaz de resistir el bombardeo mediático…sí, leyó bien…, el bombardeo mediático del New York Times, -vocero del poderoso capital financiero que toma las decisiones en Estados Unidos- el cual a través de varios editoriales urgió el restablecimiento de los vínculos con Cuba. Nadie puede pensar que el poder imperial mutó para asumir una aceptación de la revolución cubana. El objetivo es el mismo, los instrumentos serán otros. Sin embargo, habrá que reconocerle a Obama, valentía y osadía para haber dado el paso que permite llevar adelante tan estratégica decisión, la que tuvo que construir casi desde la clandestinidad, a fin de evitar que el poder de los halcones impidiera la realización de una medida que ya era imposible sostener. Ni el Departamento de Estado tampoco el Pentágono, muchos menos la CIA estaban al tanto. La subsecretaria de Estado para asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson se enteró de la noticia, al igual que Usted y yo, amigo lector, a través de los medios de comunicación.
Es muy probable que el presidente Obama se haya visto obligado a actuar así en salvaguarda de la poca autoridad que le queda para tomar decisiones que vayan en detrimento de los intereses del Complejo Militar Industrial y del sistema financiero, verdaderos poderes fácticos en el país del norte, quienes actúan políticamente a través del partido Republicano y ciertos sectores de ultra derecha del partido Demócrata, quienes en política exterior suelen funcionar como si fueran uno solo. La brutal retórica imperialista y agresiva de Obama, (a pesar de la compra de su Premio Nobel) quien actuando como matón de barrio llegó a decir recientemente que Estados Unidos “en ocasiones tuerce el brazo a los países cuando no hacen lo que queremos” es expresión de su necesidad de sobrevivir políticamente en un país que en medio de la crisis recurre a un nacionalismo xenófobo y a su tradicional auto aceptación de ser un país divinamente elegido para dirigir los destinos de la humanidad, para lo cual se sienten autorizados al asesinato, la devastación y la intervención.
Hace unos años, la CIA abasteció de armas a los terroristas sirios que intentan derrocar al gobierno de ese país, mientras la administración Obama negaba tal hecho. Más recientemente, mientras el gobierno estadounidense coordinaba acciones con Europa respecto de Ucrania, se filtró una conversación telefónica de la subsecretaria de Estado para asuntos europeos, Victoria Nuland en la que defenestraba a la Unión Europea con términos bastante groseros y humillantes. Esta semana, Obama anunció que no recibirá al primer ministro israelí quien visitará Washington invitado por el Congreso. Así mismo, el presidente estadounidense admitió profundas diferencias con el líder sionista respecto del manejo de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
Algo está pasando en las entrañas del imperio. No se trata de subestimarlo, al contrario, las derrotas militares en Irak, la incapacidad para forjar una victoria acorde a sus intereses en Afganistán, la imposibilidad de derrocar al gobierno sirio, las manifiestas diferencias con Europa en el manejo del conflicto en Ucrania, la derrota del ALCA y la creación y fortalecimiento de Unasur y CELAC en América Latina y el Caribe, la presencia creciente de los BRICS en el planeta, el incremento de los vínculos entre China y Rusia, la transformación de la Organización de Cooperación de Shanghái en un baluarte para impedir la expansión imperial estadounidense en Asia, la progresiva desdolarización de la economía mundial y el remezón que significa la victoria electoral de Syriza con la consecuente entronización de Alexis Tsipras como primer ministro en Grecia, obligan a mirar a Estados Unidos, bajo la figura de la fiera herida que da zarpazos.
Si a ello le agregamos la crisis económica que intentan ocultar y las evidentes contradicciones con países que consideran sus aliados (que en terminología estadounidense significa sus subordinados) veremos un país institucionalmente deteriorado en el cual la figura presidencial ha perdido autoridad, lo cual lo hace más peligroso. En los últimos meses, Estados Unidos ha manifestado diferencias con tradicionales aliados, por ejemplo con Israel por Irán, con Arabia Saudita por el fracking y la baja de los precios del petróleo y con Europa por el manejo de la crisis ucraniana. Evidentemente algo está pasando en las “entrañas del monstruo”.
Pero, veamos las últimas actuaciones de Obama: acepta que hay que negociar con Irán después de su férrea oposición a ello. Un amigo bien informado al respecto, me dice que incluso las conversaciones bilaterales confidenciales son mucho más fluidas de lo que supone. Esto ha conducido a una flexibilización en las sanciones a este país. La semana pasada el presidente estadounidense, conversó con su colega ruso Vladimir Putin a fin de llegar a un acuerdo con respecto al conflicto en Ucrania, todo después que las sanciones han fracasado, afectando más a sus aliados europeos que a la potencia euroasiática. Así mismo, conversó con el presidente chino Xi Jinping a quien invitó a visitar su país en septiembre. En este ámbito (el de las sanciones), ya hablamos de Cuba. Desde el 17 de diciembre, Obama ha tomado algunas medidas administrativas que aflojan en algo, las restrictivas relaciones con la isla.
Entonces, uno puede preguntarse, ¿por qué si todo ello está ocurriendo en el mundo y en la política exterior de Estados Unidos, se ensaña con Venezuela, incrementando las medidas punitivas contra nuestro país? Y aquí comienzan a surgir diferentes hipótesis, las cuales desde mi punto de vista son partes de un todo mucho más complejo
Algunos dicen que van tras el petróleo y es válido pensarlo, pero entonces, por qué “aflojar” en Irak e Irán que también son miembros de la OPEP? Otros afirman, que es por el ejemplo y la influencia que Venezuela ejerce en la región. Eso también encierra parte de verdad, pero para nadie es un secreto que el liderazgo del presidente Chávez es insustituible y que hoy lo que existe en la región es un liderazgo colectivo, a partir de muchos dirigentes forjados por sus pueblos y una conjunción de voluntades anti imperialistas, anti neoliberales y defensoras de la independencia y la soberanía popular en cuyo surgimiento y consolidación a Chávez le cupo un papel trascendente, al cual hoy Venezuela le da continuidad como herencia de su pensamiento bolivariano.
También se afirma, que una eventual caída de Venezuela en las redes imperiales, gestaría un efecto dominó respecto de los otros países de América Latina, lo cual entraña una gran subestimación de los pueblos y gobiernos hermanos que han forjado su porvenir a partir de decisiones adecuadas a las características propias de cada país.
Creo que en el caso de Venezuela, habría que sumar otro componente, cual es que el gobierno de Estados Unidos toma decisiones a partir de falsas informaciones y erróneas apreciaciones que parten más del deseo que de la realidad. No terminan de entender que la guerra económica que han desatado y que se manifiesta a partir de múltiples problemas que enfrenta la ciudadanía para abastecerse de algunos productos, no ha tornado en crisis política, lo que da cuenta de un pueblo consciente de las causas de las dificultades. Comprende que esas causas son más exógenas que endógenas, aún cuando hay muchos problemas por resolver, a partir de construir y consolidar un gobierno eficiente, ágil, transparente y honesto. Aún estamos lejos de ello.
Venezuela vive en paz, hay gobernabilidad porque la mayoría de la población así lo desea, porque tenemos fuerzas armadas y de orden compenetradas con su pueblo y con el proyecto nacional patriótico que encarna la Constitución de la República. Existen términos de ley que permiten la alternabilidad en el gobierno con elecciones cada 6 años y la posibilidad constitucional de revocarlo a partir de la mitad del mandato si el pueblo así lo quiere y lo manifiesta electoralmente.
El pueblo venezolano y sus fuerzas armadas no se van a embarcar en un salto al vacío cuando no hay una alternativa que ofrezca un proyecto de país distinto. Volver al neoliberalismo y a la entrega de la soberanía y las riquezas nacionales a potencias extranjeras no parece ser aceptable para la mayoría de los venezolanos, mucho menos cuando se pretende que ello se imponga a través de la fuerza. Vale decir, que tampoco el pueblo, hoy con un mayor nivel cultural, educativo y político que hace quince años, dará un cheque en blanco para aceptar errores, incapacidades y malas decisiones administrativas, mucho menos la corrupción y la ineficiencia. Pero, en un “Estado democrático y social de Derecho y Justicia” la aceptación o no de un gobierno se expresa a través de elecciones como lo establece la Constitución. El que tome otra vía tendrá que asumir las consecuencias de la ley y la responsabilidad del Estado de aplicarla con la mayor firmeza.
Eso lo debería saber el gobierno de Estados Unidos, gasta todos los años, miles de millones de dólares en sus programas de espionaje e información. Estados Unidos, tal como lo manifestó su presidente, fracasó en Cuba y seguirá fracasando en Venezuela si no se impone de la realidad del país y de la voluntad de su pueblo. No creo que –como en Cuba- tengan que esperar 55 años a que otro negro gane las elecciones, y se pueda dar cuenta de lo que 10 blancos (4 demócratas y 6 republicanos) no pudieron.
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