¿Qué significa la frase "Sólo sé que no sé nada"?
Atribuida a Sócrates, prácticamente forma parte del refranero mundial. Pero su significado es profundo y nos habla hoy, en tiempos de coronavirus.
"Sólo sé que no sé nada". ¿Cuántas veces lo escuchamos? ¿Cuántas veces lo dijimos? Pero no es un juego de palabras, esa frase es parte de la historia de la Filosofía. Aquí, el porqué.
“Él me hizo una pregunta. No me quiso enseñar algo, me preguntó”, dice con un hilo de voz Vera Spinetta, hija del autor y compositor Luis Alberto Spinetta, en el documental sobre la vida del genial artista que realizó Nat Geo. “Y eso para mí es él”, concluye el relato sobre los últimos momentos que compartió con su papá: “Un maestro y un aprendiz”.
Atribuida a Sócrates, filósofo de la Grecia Clásica, Siglo V a.C., la frase “Solo sé que no sé nada” tiene su origen en el diálogo de Platón titulado Apología de Sócrates, donde se relatan las circunstancias del juicio en el que Sócrates fue condenado a muerte. ¿Qué quiere decir la frase? ¿Qué resonancia puede tener hoy? ¿Qué se puede aprender de ella?
“Un amigo de Sócrates llamado Querefonte fue al oráculo de Delfos (un santuario sagrado donde las personas le hacían consultas al dios Apolo con la mediación de una pitonisa) a preguntar si había alguien más sabio que Sócrates.
El oráculo respondió que no existía nadie más sabio. Sócrates se sorprendió ante la respuesta porque creía que no sabía nada. Entonces, se propuso refutar el mensaje del oráculo. Para eso, conversó con distintas personas que tenían fama de ser muy sabias y lo que descubrió fue que en realidad no lo eran.
Creían saber muchas cosas, pero en el fondo no sabían nada. Ahí se dio cuenta de que el oráculo tenía razón. Sócrates era el más sabio porque lo único que sabía era que no sabía nada”, dice Mariana Gardella Hueso, Doctora en Filosofía UBA-CONICET.
"Los demás creen saber, cuando en realidad no saben ni tienen conciencia de esa ignorancia, mientras que él, Sócrates, sí posee la conciencia de su ignorancia"
Diana Cohen AgrestDoctora en Filosofía
Sócrates insiste en que él no sabe nada, y que solo pretende poner a prueba el saber que los demás dicen tener. Para eso los persigue por las calles, plazas y gimnasios, exhortando a sus conciudadanos para saber si llevan una vida noble y justa o no, preguntando por las razones que llevan a cada uno a obrar como lo hace y comprobar si se trata de razones verdaderas o solo aparentes.
Un maestro y un aprendiz: “Sócrates diría que de él no podemos aprender nada porque no sabe nada”, explica Gardella Hueso. “Esto es paradójico: Sócrates es un maestro no maestro, que enseña sin enseñar. Su herramienta no es la afirmación, sino la pregunta. Su saber es la ignorancia, una ignorancia activa que permite cuestionarlo y repensarlo todo. ¿Qué podemos sacar en limpio de esto? Que es más valioso buscar que encontrar. La búsqueda de conceptos es el verdadero viaje del pensamiento. Y en la filosofía, ese viaje no tiene un destino último”, afirma la autora de libros de filosofía para niñas y niños como Amanda pensadora y Amanda y el cuerpo.
“Como es sabido, Sócrates no dejó nada escrito. Pero Platón, su genial discípulo, en la Apología de Sócrates, menciona la frase que atribuye a Sócrates. Hay distintas versiones del origen de la célebre expresión”, dice la Doctora en Filosofía Diana Cohen Agrest.
"La ignorancia es un aguijón que nos mueve a cuestionar lo que creemos "
Mariana Gardella HuesoDoctora en Filosofía
Sobre la visita de Sócrates al Oráculo de Delfos, quien lo declara el hombre más sabio de Atenas, sostiene Agrest, Magister en Bioética por la Monash University: “Incrédulo, Sócrates se propone averiguar el porqué de esas palabras. Al final de la investigación comprende la verdad profunda encerrada en la declaración: mientras que los generales conocen las tácticas para ganar una batalla, solo Sócrates se interroga por conceptos morales como la valentía. Los demás creen saber, cuando en realidad no saben ni tienen conciencia de esa ignorancia, mientras que él, Sócrates, sí posee la conciencia de su ignorancia, esa conciencia que a los demás les falta. Su sabiduría no consiste en la posesión de determinada doctrina, no es sabio porque sepa un mayor número de cosas; sino porque tiene conciencia de sus propios límites: "Sólo sé que no sé nada". Esta es toda su sabiduría y su única superioridad sobre los demás”.
Lucas Soares, profesor de Historia de la Filosofía Antigua en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, sostiene que el dicho “Solo sé que no sé nada” es “doblemente problemático”, en primer lugar porque nunca aparece formulado así en la obra de Platón ni en la de Jenofonte, “dos de los más importantes testimonios acerca de la filosofía socrática”.
“Es tal la magnitud del desastre que debemos tomarnos más tiempo para pensar"
Lucas SoaresProfesor de Historia de la Filosofía
En una segunda instancia, “porque hay ciertas cosas que Sócrates reconoce saber. Puntualmente, sabe sobre el amor –tal como él mismo reconoce en el Banquete de Platón y de Jenofonte–, y también acerca de cómo problematizar o entorpecer la mente de sus interlocutores a través de sus típicos interrogatorios bien guionados. Ahora bien, ¿por qué todo lo relativo a su saber se vuelve tan confuso? Porque, como revela su amado Alcibíades, Sócrates se la pasa “ironizando”, esto es, simulando ignorancia con respecto a todo. No obstante ello, el dicho “solo sé que no sé nada”, que ya es todo un lugar común en el repertorio universal de refranes, refleja en parte el espíritu de la filosofía socrática”, sostiene el también poeta y director de la colección de libros “La revuelta filosófica”, de Editorial Galerna.
En la pandemia
En cuanto a la resonancia del dicho “Solo sé que no sé nada” en la situación actual de incertidumbre que atraviesa la humanidad, sumida a la vez en la búsqueda de certezas, sostiene Gardella Hueso:
“Sócrates nos muestra que muchas de las certezas que abrazamos son ilusorias y que la ignorancia tiene un valor. En general, la ignorancia tiene mala prensa.
El ejemplo más claro se da en el ámbito de la educación: nadie recibe una buena nota por no saber.
La filosofía socrática, en cambio, es un elogio de la ignorancia. La ignorancia es un aguijón que nos mueve a cuestionar lo que creemos que es verdad, a pensar alternativas, a buscar nuevas respuestas.
La persona que sabe (o cree que sabe) no busca.
La certeza puede volverse una enemiga de la filosofía porque cancela la indagación filosófica. La incertidumbre, en cambio, tiene un doble valor: es profundamente desesperante, pero a la vez puede ser usada como un trampolín para pensar. Si hoy no sabemos qué hacer, pensemos qué queremos hacer, cómo hemos vivido y cómo queremos vivir de aquí en más”, cierra la docente de la Universidad Nacional de San Martín y de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
Soares sostiene que, frente a la pandemia, el dicho de Sócrates resuena de diversas formas:
“Nos enseña a evitar la precipitación (la opinión compulsiva y sin fundamentos) y la prevención (no animarnos a preguntar y a buscar respuestas).
Nos hace asumir la enorme fragilidad de nuestra existencia”.
Quizá lo más sabio del dicho, considera, “resida en aquello que, desde Sócrates, más le duele al ser humano: reconocer los límites de su saber acerca de sí mismo y del mundo en el que habita. Porque este saber del no saber que experimentamos a diario respecto del virus, esta conmoción de estar perdidos y de habitar la plena incertidumbre, es paradójicamente la condición primordial para alcanzar alguna vez un saber más profundo acerca de lo que significa ser humanos en el mundo de hoy”. Y plantea: “Es tal la magnitud del desastre que debemos tomarnos más tiempo para pensar.
El pensar a toda prisa que nos estamos exigiendo a diario contrasta radicalmente con la lentitud del pensar filosófico tematizada por Sócrates milenios atrás”.
Para Cohen Agrest “Vivimos, desde siempre, en situaciones de incertidumbre. Y sólo contamos con una única certeza: la muerte.
Pese al esfuerzo para aceptar nuestro destino común, el ser humano no soporta la idea de su propia finitud: vivimos bajo la ilusión de que somos eternos.
Nos sentimos eternos, precisamente porque no podemos experimentar la muerte propia”. Y cierra con una reflexión acerca de la perplejidad ante la dramática situación que vive el mundo:
“La diferencia de hoy es que la incertidumbre se nos hace patente. No sabemos qué será de nosotros y de la vida que conocimos. En rigor de verdad, nunca lo supimos, pero ahora tomamos conciencia de esa ignorancia, y en esto nos asemejamos a Sócrates: solo sabemos que no sabemos nada sobre cómo continuaremos viviendo”
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