domingo, 1 de noviembre de 2020

Assange y el valor de la solidaridad

 Por Juan Pablo Cárdenas:

Dentro de las precariedades de Chile destacamos el desinterés general por lo que ocurre en el extranjero, por ese cotidiano acontecer que podría prevenirnos de tantos problemas e iluminar nuestras propias soluciones. Se sabe que los políticos escasamente ven más allá de sus narices y que todos sus sentimientos más bien se acotan a sus respectivos ombligos.


Ni siquiera importa lo que sucede al otro lado de nuestras fronteras: a quienes nos gobiernan a lo sumo les interesa lo que pasa en la Casa Blanca, lo cual quedara tan fehacientemente demostrado con la visita de Sebastián Piñera a Donald Trump en Washington. Oportunidad en que nuestro Jefe de Estado le manifestó su anhelo de que la estrella de nuestro pabellón pudiera asociarse al de ese nutrido conjunto que expone en su bandera el federalismo estadounidense. Seguramente, para que Chile fuera visualizado dentro de esa estelar cantidad de territorios y estados conquistados por la superpotencia norteamericana.

Se ha dicho mucho que, en nuestro remoto sistema republicano, los chilenos nos destacábamos en el mundo por ejercer la solidaridad con los pueblos oprimidos y en lucha por su liberación y cambio. Muchas de las más masivas manifestaciones callejeras del pasado tenían como motivación el repudio a la guerra en Viet Nam, como el apoyo franco a las revoluciones de Cuba, Nicaragua y otras naciones. Los jóvenes muy especialmente protestaban contra el régimen del apartheid en la distante Sudáfrica, además de las represiones estudiantiles que se sucedían en la década de los sesenta en Francia y Alemania.

En varias naciones del mundo en que todavía palpita la solidaridad internacional se viene conformando un gran movimiento para exigir que cese la persecución contra uno de los héroes de la humanidad más prominentes de los últimos tiempos. Se trata de Julián Assange, un periodista australiano que ha sufrido en carne propia la inclemente y sostenida persecución del imperialismo norteamericano y la obsecuencia de sus grandes aliados.

Con solo 49 años de edad, el fundador de Wikileaks corre el riesgo de ser extraditado desde Londres a los Estados Unidos, después de estar asilado durante siete años en la Embajada de Ecuador en Gran Bretaña y ser violentamente expulsado de esta legación diplomática por orden de Lenin Moreno, uno de los gobernantes más corruptos no solo de los ecuatorianos sino del mundo entero. 

Un verdadero lambeculo de la Casa Blanca, como lo son también varios gobernantes europeos y de nuestra propia Región que hacen gárgaras sobre el tema de los Derechos Humanos, pero hipócritamente contribuyen o se lavan las manos respecto de uno de los más graves atentados contra la libertad de prensa y la dignidad humana de un colosal periodista como Assange.

Justamente desde Wikileaks se vertieron al mundo las más contundentes acusaciones de la actuación de Estados Unidos en los criminales ataques a Irak y Afganistán, especialmente en la brutal muerte de civiles de parte de las tropas agresoras, como dentro de las cárceles y centros de tortura secretos mantenidos por el Pentágono. Junto a ese conjunto de atrocidades que ahora el mundo reconoce gracias a los sólidos testimonios la prensa independiente y digna. Verdades develadas que ciertamente llevaron a los gobiernos estadounidenses a perseguir sin tregua a este gran comunicador social y a otros como Edwards Snowden, quien ha debido asilarse en Rusia para escapar al acoso judicial y policial apoyado por el imperialismo.

Las cobardes tropas de ocupación, por cierto, no resistieron las fotografías e informes secretos que, entre otros, difundió Assange para registrar las masacres cometidas contra los civiles de ambos países, incluso consignar cómo desde un helicóptero se le daba muerte a 18 iraquíes. O sacar a la luz pública esos miles de archivos desclasificados que demostraron la forma en que la Casa Blanca fabricó conflictos artificiales en el objetivo de llegar a controlar el petróleo asiático. Además de descubrir el espionaje organizado para infiltrar a sus aliados europeos, enterarse hasta de las intimidades de sus mandatarios y, mediante todo ello, conseguir su más irrestricto apoyo para justificar y sostener estas cobardes guerras. Lo que no fue óbice para darle hasta el Premio Nobel de la Paz a un Barack Obama, quien en ésta y otras actitudes nada difirió de las políticas imperiales de sus antecesores y continuadores.

Tenemos constancia de cuánto se ha hecho desde Estados Unidos para acallar o asesinar a Assange, tanto como armarle acusaciones de connotación sexual en Suecia (las que felizmente se desbarataron), hasta la posibilidad de que dentro de la prisión londinense pueda ser infectado por el Coronavirus, lo que hoy se teme y denuncia. Por internet y las redes sociales nos enteramos de la proximidad de una sentencia que podría afectar a este connotado representante del periodismo libre. De la forma en que están surgiendo grupos de apoyo al fundador de Wikileaks en todo el mundo, pero sin lograr todavía la posición que debieran adoptar los gobiernos y estados que presumen de democráticos y soberanos, pero que en realidad más se comportan como cómplices y abyectos.

 Cuánto nos gustaría que una de las más notables características del Chile pre dictadura se pudiera reanudar en estos días y cumplir con aquello de que nuestro país sea verdaderamente tierra de “asilo contra la opresión”. Así como sería pertinente que quienes se den a la tarea de edificar una verdadera constitución democrática, tengan en cuenta los valores de la solidaridad y la plena reinserción de Chile en el mundo. No solo para atraer inversiones y consumar negocios para los que siempre ganan, sino para vivir en armonía con la conciencia y el destino de la humanidad. Cuán justo sería que la prensa, la TV y las radios chilenas, hundidos en un general sesgo y monotonía, consignaran lo que sucede con Assange y la persecución de los medios amenazados.

Chile debe tener presente que durante los diecisiete aciagos años de la Dictadura Militar en todo el mundo se ejerció el más vasto apoyo a quienes luchaban contra la dictadura pinochetista, además de acoger a cientos de miles de asilados. Toda una enorme solidaridad que nos honró, estimuló y resultó muy decisiva en la salida política del país. Expresiones de sustento universal muy importantes también para nuestra prensa disidente, como a tantos nos consta y hasta hoy agradecemos.

Lamentamos, por ello, que dirigentes políticos verdaderamente “regaloneados” en todo el mundo, una vez en el poder se hayan comportado tan mal con países que llagaron a sacarse hasta la comida de sus bocas para darles acogida y protección. Pero, lo peor: hayan traicionado los ideales de justicia social y libertad que proclamaban entonces, mientras hoy favorecen los acuerdos cupulares, se hunden en la corrupción y se someten a los dictados de la ideología neoliberal, como de su máxima figura Donald Trump. Cuya derrota electoral en noviembre seguramente podrían llorar. Aunque de forma solapada, seguramente.

juanpablo.cardenas.s@gmail.com 

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