Mauricio Reyes Rojas / Resumen Latinoamericano / 30 de agosto de 2019.
Se nos ha enseñado la paz como un valor fundamental en todas las sociedades, y más en aquellas donde los “Derechos” son los pilares fundamentales para “garantizar” la vida. En la constitución colombiana en el preámbulo y el Artículo 22 se nombra este “Derecho y Deber”, pero en ningún momento se desarrolla, ni en leyes o decretos que aseguren eso de la “paz”.
¿Pero qué es eso de la paz?
Las sociedades están inmersas cotidianamente en conflictos, la idea de paz surge como la solución a esa disputa. La dualidad conflicto – paz encasilla a esta última simplemente a la solución del conflicto, negando así las causas estructurales y la misma naturaleza humana.
El conflicto no es el opuesto a la paz, es la forma de expresar las contradicciones en las relaciones sociales, económicas y políticas. Por ende el conflicto en su esencia más pura es el motor de las transformaciones, motor que ha llevado a sociedades a construir formas diferentes de vida para superar las contradicciones, que transitan hacia este estado y lo recrean o por el contrario, sociedades en crisis que degradan las condiciones de los seres humanos y destruyen en planeta en su afán de acumular riquezas.
Sobre esta premisa de construir una nueva sociedad, miles se han organizado en grupos insurgentes uso legitimo de la rebelión, buscando superar estas contradicciones incentivados por Platón, la Revolución francesa, la Constitución de los Estados Unidos y hasta la carta fundacional de las Naciones Unidas.
La paz en Colombia
Bajo el derecho legítimo a la rebelión, grupos insurgentes han buscado superar conflictos y contradicciones establecidas por aquellos que se mantienen en el poder. En su lucha, estos grupos han perecido o claudicado, pero también se han dado nuevos nacimientos, quienes han considerado empuñar un fusil luego de ser perseguidos, asesinados o invisibilizados.
Sin una concepción clara de la idea de paz, los gobiernos colombianos han intentado infructuosamente desmovilizar los grupos rebeldes, con la consigna retrograda de “acabar con el conflicto armado es alcanzar la paz”. Sin embargo, nunca se han interesado por construir una política de Estado que permita disminuir las contradicciones y superar los conflictos.
Lo vivido en estos días es el calco exacto de los diversos procesos de negociación entre gobierno y grupos armados. Uno queriendo imponer sus condiciones y su visión donde lo económico, político y lo social planteando no está en discusión, mientras los otros buscan algunas de las reivindicaciones que dieron origen a sus luchas.
El regreso de Iván Márquez, Santrich y la unión con aquellos que no abandonaron las armas, es una consecuencia tangible del fracaso reiterativo de los “procesos de paz”. Con nostalgia, rabia e indignación algunos reparten culpas: combatientes, gobierno, excombatientes, ciudadanos todos culpables. Culpables por no entender las necesidades más sentidas de los colombianos, culpables por desangrar a los pobres mientras ellos disfrutan sus fortunas, culpables de vender la soberanía del país por migajas, culpables de ser la punta de lanza para la desestabilización del continente, culpables de ver y omitir.
Hablar de paz es puro cuento, hablemos de los conflictos, hablemos de las transformaciones para superarlos y construyamos un país en vida digna.
** Las opiniones, análisis y/o similitudes expresadas por los autores son su responsabilidad, por tanto Trochando Sin Fronteras no se hace responsable.
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