lunes, 22 de abril de 2019

LA VICTORIA DEFINITIVA DE VIETNAM. CUBADEBATE.

Tres tanques PT76 y dos tanquetas norteamericanas repletas de jubilosos combatientes revolucionarios irrumpen en el palacio presidencial de Saigón. Foto: Archivo
El 30 de abril de 1975 cambió el rumbo de la historia para Vietnam. Ese día los tanques de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación traspasaron los muros del palacio presidencial de Saigón y en el lugar de la bandera enemi­ga, sus combatientes izaron allí las insignias victoriosas del Gobierno Revolucionario Pro­visional y del Frente Nacional de Liberación.
Entonces no solo cayó el régimen despótico y criminal que velaba por los intereses de Washington desde el Sur de la península indochina, mediante el cual se sirvieron para estancar durante varios años en el paralelo 17 la re­volución nacional democrática liderada por Ho Chi Minh. La guerra y la ocupación militar y política de Estados Unidos terminaban definitivamente. El sueño de la reunificación na­cional se haría realidad en breve.
Analistas coinciden en que las acciones de aquel 30 de abril sepultaron la estrategia ex­pansionista del imperialismo en el sudeste asiá­tico y frustraron cualquier posibilidad de que la experiencia estadounidense en Vietnam y los países vecinos fuera reproducida en Amé­rica Latina, África y otras zonas de influencia norteamericana.
El triunfo hace 40 años hizo posible además que el Vietnam de hoy sea pacífico y estable, que cuente con una de las economías más di­námicas del mundo y que haya cumplido con la mayoría de los objetivos de desarrollo del milenio.
El proceso de Renovación o Doi Moi, iniciado poco después, permitió que la realidad de una nación que quedó devastada por la guerra se transformara y que —según distintas agencias de la ONU— en la actualidad los índices de bienestar social vietnamitas superen a los de algunos países con igual o superior nivel de in­greso.
En el camino de la construcción socialista el país ha tenido que enfrentar obstáculos de di­versa índole, entre ellos 20 años de bloqueo económico y las secuelas psicológicas y físicas en una población que vio morir a más de un millón de sus hijos y que quedó marcada para siempre por el napalm y el fósforo vivo que empleó el enemigo; pero la tenacidad vietnamita continúa venciendo.
El embajador estadounidense Graham Martin huyó de Saigón desde la azotea de la sede diplomática en un helicóptero. Foto: Archivo
LA ESTRATEGIA VIETNAMITA
Había transcurrido más de una década desde la auto agresión a un tanque norteamericano en el Golfo de Tonkín, que funcionó como pretexto a EE.UU. para iniciar la guerra aérea contra el Norte de Vietnam y justificar la guerra especial en el Sur.
Datos oficiales indican que la intervención que culminó en fracaso el 30 de abril de 1975 había costado a la potencia extranjera más de 150 000 millones de dólares, 56 550 muertos y 303 622 heridos. Además se habían lan­za­do siete millones 600 000 toneladas de bombas, tres veces y media más de bombas y explo­si­vos que durante toda la Segunda Guerra Mundial.
Pero para los historiadores, desde 1971 EE.UU. había comenzado a mostrar sus flaquezas al ser incapaz de controlar las fronteras entre Vietnam, Laos y Camboya por la carretera 9 y al ser derrotado en su guerra meteorológica, cuyo objetivo era dañar los diques y re­presas que abastecían a buena parte de la pe­nínsula.
Según narra el periodista y entonces corresponsal de Granma Luis M. Arce, las fuerzas de Lon Nol y Sirik Matak, en Camboya, estaban en bancarrota, las zonas liberadas abarcaban más del 50 % de los escenarios de la guerra, mientras una fuerte ofensiva militar de los patriotas del Sur había obligado a la Casa Blanca a firmar los acuerdos de París del 27 de enero de 1973 para restablecer la paz en el Norte.
El presidente Richard M. Nixon se negaba aún así a retirar a las tropas saigonesas que continuaban desplegadas en las cinco zonas militares en que dividieron el Sur y que man­tenían su control sobre cinco superpuertos, nu­me­rosas bases aeronavales, diez aeropuertos de envergadura y 200 medianos y pequeños.
Tomando en cuenta este contexto y las su­cesivas violaciones de los acuerdos de París por parte de Washington, el mando político vietnamita instruyó al Estado Mayor de sus fuerzas armadas a redoblar esfuerzos y preparar la batalla definitiva por la liberación en los primeros meses de 1974.
La primera contienda victoriosa de esta nueva etapa de la guerra se produjo contra la base de Phuoc Long, donde estaban acantonados 5 000 soldados del régimen saigon. A esa victoria le sucedieron otras muchas.
Luis M. Arce recuerda en el artículo Viet­nam: 35 años de la derrota de Estados Unidos que el punto de partida de la gran ofensiva final fue la codiciada Buon Me Thuot, en las mesetas centrales, donde las fuerzas de liberación, en lugar de atacar la periferia como acostumbraban, se concentraron en la ciudad y desde allí arremetieron contra las bases exteriores a las que dejaron incomunicadas.
De esa manera —agrega— dejaron divi­dido el país a la mitad debilitando a las tropas enemigas, lo cual posibilitó que fueran cayendo escalonadamente baluartes militares como Pleiku, Che Reo, Hue, Da Nang, Nha Trang, Luang Tri y otras muchas. “Durante los días 26, 27 y 28 de abril la ofensiva patriota se genera­lizó por toda la franja costera y permitió consolidar el dominio de las regiones militares I y II”.
De acuerdo con Luis M. Arce, aquello determinó la decisión del Comité Central de ordenar la Operación Ho Chi Minh por la liberación de Saigón. Se produjeron combates encarnizados en Long Binh, Xuan Loc, Bien Hoa y Cu Chi, ca­sa por casa y pulgada a pulgada, para romper el famoso cordón sanitario que protegía militarmente a la capital sureña.
En menos de 48 horas, el día 28, viendo ya indefectiblemente perdido al régimen de Ngu­yen Van Thieu, el embajador estadouniden­se Graham Martin huyó de Saigón desde la azotea de la sede diplomática en un helicóptero. “Bochornosa escena que quedó impresa para la historia en diarios, revistas y filmes”, sostiene Luis M. Arce.
A las 13:30 del 30 de abril de 1975, tres tanques PT76 y dos tanquetas norteamericanas repletas de jubilosos combatientes revolucionarios llegaron al palacio presidencial.
MEMORIAS
Triunfo definitivo de la causa del pueblo vietnamita e Indescriptible júbilo popular en Saigón al entrar las fuerzas liberadoras fueron los titulares de Granma el día de la victoria vietnamita.
En la contraportada del diario, Luis M. Arce escribió que lo sucedido en Saigón aquel 30 de abril significó “una derrota militar del imperialismo norteamericano; del Pentágono, de la CIA, de la Casa Blanca, y de las transnacionales yanquis, que unieron sus cerebros y sus recursos materiales para desatar la más cobarde y criminal guerra que haya conocido pueblo alguno”.
También comentó que la capitulación del régimen títere fue “una victoria de la causa de la independencia, de la libertad, de la democracia, de la causa revolucionaria” y que abrió el camino para la reunificación de la patria vietnamita. “La capitulación de Saigón demuestra que la tremenda energía que hay acumulada en los pueblos es capaz de barrer de raíz al im­perio más poderoso cuando esa fuerza es desa­tada, movida por la fe en la victoria y alentada por los ideales más hermosos y humanos (…)”, continuó más adelante.
Otro artículo firmado por la periodista Martha Rojas bajo el título ¡Gracias, mil veces gracias, Vietnam del Sur!, recuerda que “A la hora del gran triunfo, en la que la bandera del Frente Nacional de Liberación flamea en la cúspide del Palacio de Saigón; en los momentos en que los tanques patriotas entran en la ciudad que los sudvietnamitas soñaron con llamar Ciudad Ho Chi Minh, volvemos la mirada al comienzo quijotesco, de las lanzas de bambú, de las trampas de púas en los senderos de selva, del amaestramiento de insectos para perturbar la formación de los soldados enemigos y facilitar su caza, a los tiempos en que los helicópteros y los aviones se tumbaban en todo Vietnam en tiro de fusil. Aquello que parecía increíble inició el camino de la derrota para el imperialismo yanqui y sus tí­teres (…).
“¡Gracias Vietnam, mil veces gracias! Gra­cias a los hombres que vimos en la selva andar encorvados por el peso de los sacos de municiones en sus espaldas; gracias a las mujeres de las piernas arqueadas por el peso de los sacos de arroz sobre sus hombros; gracias a los miles de ancianos que vimos recolectar semillas en el bosque para alimentar a los soldados, a los niños que recortaban retoños de bambú para la comida colectiva en la escuela sin paredes y sin bancos; gracias a los heroicos guerrilleros, milicianos y soldados regulares que en la batalla de Ap Bac lucharon cuerpo a cuerpo con los tanques norteamericanos y los volcaron. Mu­chos treparon a ellos en acciones suicidas para colocar la carga explosiva en la escotilla misma del blindado; gracias a la gloriosa retaguardia del Norte (…).
“Ese sufrido Vietnam que ha sabido realizarse ejemplarmente como pueblo en el combate desigual, en la fortaleza moral frente al genocidio, frente a la tortura, frente a todas las ferocidades del napalm, del fósforo vivo, de las bombas CBU, de los bombardeos masivos, será la pesadilla eterna del imperialismo; al igual que lo ha sido la otra pesadilla de abril: el Girón de Cuba”, concluye.

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