Este artículo fue publicado el 8 de diciembre de 2015....
Ahora somos más… chavistas
Carlos Zavarce
¡Te queremos Maduro… Cuentas con nosotros! le gritaban al hombre que lleva la cruz social a cuestas, mientras se acercaban con las banderas en manos sin tinta, en manos estériles de votos, en manos sin apoyo materializado en voluntad. Eran apenas las cuatro de la tarde. Él les reclamó, y como Pedros cualesquieras, o no oyeron o simplemente no comprendieron sus palabras.
Era el tráiler de una película que se revelaría a medianoche. Aquellos ocho millones reflejados luego de dos simulacros, se volvieron sal y agua.
Siempre se ha dicho, y para la Ley es una idea grabada en piedra, que toda acción traduce una intención. Luego de 16 años de cambios vinculados de un gobierno que busca el socialismo, vale preguntarse ¿cuál es la intencionalidad que subyace en el que millones de venezolanos no votaran o votaran en contra a pesar de haber sido beneficiarios del proceso?
Y en esta indagación nos topamos con un arma que tiene 17 años afinándose, probándose una y otra vez, hasta que se encontró el punto exacto para convertirlo en una bomba sólo-mata- apoyo.
El punto de ataque, el blanco perfecto, fue el raquídeo de la gente, la base de la Pirámide de Maslow, las emociones básicas, las de la supervivencia, el miedo, la angustia, la desesperación, la sensación de hambre. La táctica fue el desabastecimiento.
Dos grandes empresas, que además son socias, la criolla Polar y la estadounidense Cargill que controlan el 80% de la producción y distribución de los productos de uso diario (alimentos, cosméticos, artículos de higiene) fueron los primeros en actuar. Rápidamente se sumaron las cadenas de mercados y supermercados. Entonces se concretó la intención despertar al peor enemigo de los intereses de las mayorías: el egoísmo vestido de afán de lucro.
¿Y por qué la referida táctica pudo causar estragos en nosotros? Simple: de toda América Latina, una de las naciones más consumista es la nuestra. Son más de 500 años viviendo del comercio, propiciado por nuestro lugar geográfico en el continente, puerta de entrada y salida de las mercancías y riquezas del Sur, punto más cercano a Europa: España negoció con Alemania y los Welsares le pusieron la mano a las aduanas a cambio de protección de los barcos mercantes hispanos. Bolívar buscó el apoyo inglés en su lucha contra España y la familia Blohm, ahora Beco y Cía, se queda con las aduanas.
Más tarde la aparición del oro negro, sustenta el espíritu comercial con su carga de sobreprecio, usura y dependencia de los mercados internacionales. Con la llegada de varias de las llamadas Siete Hermanas, las petroleras extranjeras, se profundiza en el venezolano el sentimiento del mercachifle, del negociante, del aprovechamiento máximo de la inversión, y del no darle a los productos valor agregado alguno y nos conformamos con ser extractores de materia prima y desconocemos su procesamiento final.
Siendo los poseedores de la mayor reserva petrolera del planeta, deberíamos tener numerosas petroquímicas, y todas las empresas agua abajo posible, procesando la materia prima hasta llegar a productos totalmente elaborados. Pero no, es más cómodo sacar las riquezas y venderlas a precio de gallina flaca y con eso adquirimos todo vía puertos. Por eso se dice que nosotros tenemos una agricultura de puertos, porque desde siempre hemos importado la comida, los enseres, las medicinas… en fin, todo.
En la Colonia, se sembró con la mano de obra esclava, pero apenas empezó la guerra de independencia se diezmó a la población masculina, se empobrecieron aún más los campesinos, y los esclavos pasaron a ser soldados. Se abandonaron los campos y fueron cien años de miseria para la mayoría. Terminó el siglo XIX y surgió el petróleo, y con él aumentó el comercio, creció el consumo.
Primero nos españolizamos, luego nos afrancesamos, ahora nos gringi samos y entramos en la locura al mejor estilo globalizado.
Llegamos a finales del siglo XX metidos en un vaporón social, con grandes abismos entre los grupos humanos, pero con un factor común: consumiendo cualquier cosa que esté de moda: equipos de sonido, teléfonos celulares, lentes, Internet… usuarios de tecnologías ajenas, cosas y procesos que no controlamos, con universidades que no generan tecnología propia sino que enseñan adecuación, dependencia.
Y los medios ¿qué?... en Venezuela las emisoras de radio, los canales de televisión, principalmente los de cable, responden a una voz: la del Grupo Cisneros, vale decir obedecen la visión del capitalismo salvaje. Implantan un modelo de ver la vida, de entender las cosas, y de actuar. Un modelo que muestra a los latinos como pobres, productores de hijos, drogadictos, maleantes, crueles, los propios descendientes de la crónica roja.
Paralelamente los medios enseñan que, como el Oso Pedroso (Grupo Polar) el más avispado puede vivir de los demás, puede abusar, puede trampear y eso lo hace exitoso.
Lo demás es ser superficial, es despreciar al otro para sentirse superior. Y esas conductas están en los grupos de la clase media, muchos herederos recientes de la Europa occidental, que se sienten especiales, también en algunos aspiracionales, así como en muchos pobres que han aprendido que para surgir pueden y deben pisar cabezas. Por eso no es raro que haya comportamientos salvajes en el Ferro hacia el Tuy. Es nuestra sociedad contaminada por el egoísmo es común que la gente se vuelva violenta y agresiva, que sea incapaz de ser agradecido o por lo menos cortés.
Han enseñado a las mujeres a fotografiarse como productos comerciales, y a los hombres a maltratarlas para sentirse machos. Incluso hay diarios como El Propio de Miguel Enrique Otero, pensado para manipular a los hombres entre 18 y 40 años en machistas, de poco pensamiento y muchas hormonas.
Igual son las cuñas que venden tanto las salchichas como una forma de vida a la usanza estadounidense; negocian automóviles con siluetas femeninas; enseñan que una explotadísima vendedora de productos de belleza realmente es una empresaria Avon, y niegan cualquier salida donde el formato sea colectivo.
Los medios transmiten el virus del capitalismo: las películas, las novelas, las series, los comics, y los videojuegos son una maquinaria que imprime una sola visión esa que como dijera Malcolm X nos lleva amar a quienes nos oprimen y a odiar a los oprimidos, vale decir nosotros mismos. Prevalecen entonces el egoísmo, el personalismo, el individualismo en su máxima expresión, configuraciones ideológicas que no se desmontan sólo cambiándoles a las personas las condiciones materiales de vida.
Esta vez el enemigo entendió cuál era nuestro talón de Aquiles, y por fin, después de 17 años intentándolo nos golpeó durísimo. Pero eso no significa que estamos derrotados.
Hace 45 años éramos unos pocos quienes intentábamos cambiar las condiciones sociopolíticas y culturales. Gracias a un militar, el Comandante Hugo Chávez, dimos un salto cuántico, y ahora, después de una guerra a muerte, de un ataque salvaje a nuestro bolsillo, a nuestra mesa, a nuestra paz, con misiles tipo supermercado, con granadas fragmentarias mediáticas, con balas mágicas psicológicas, nos hemos mantenido sin masacrarnos fratricidamente. Pero sucumbimos al miedo, al terror a pasar hambre, a perder nuestra existencia en una cola.
Pero a la hora de sacar cuentas debemos sumar, que unos pocos de miles de soñadores de antes, ahora somos de cuatro a cinco millones, creyentes, luchadores, dispuestos a combatir por un sistema de justicia y equidad.
Millones listos para seguir resistiendo lo que sin duda será una campaña heroica, ya que vienen por la cabeza de nuestro presidente Nicolás Maduro, vienen por la inversión social, y los alimentos, los neumáticos, las medicinas no van a aparecer simplemente porque son mayoría en la Asamblea Nacional. Ahora se va a arreciar la guerra contra los pobres, contra los que hemos estudiado, nos hemos organizado, hemos aprendido a trabajar en equipo, en comunas, a ser protagónicos y participativos. Tienen que intentar poner a más gente en contra, manipular, controlar para lograr revertir los logros sociales de estos 17 años.
Quieren castigarnos por atrevernos a soñar, quieren sancionarnos como lo hicieron con Haití cuando se lanzó hacia la independencia a comienzos del siglo XIX; como lo hicieron con Chile en 1973 por atreverse a aspirar a un cambio pacífico. Quieren golpearnos para mostrarle al continente que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a liberarse del poder neocolonial.
Pero ahora somos más, estamos mejor formados, tenemos más organización y vamos a dar la pelea, por nuestros hijos, nuestros nietos, por América y por el mundo. Somos bolivarianos, somo s chavistas.
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