Miércoles, 27/11/2013
Este es el título del
libro editado en 9/2012, del premio Nobel de Economía 2001, profesor Joseph E.
Stiglitz de la Universidad de Columbia, asesor del gobierno de Bill Clinton y exvicepresidente
del Banco Mundial, autor del best seller El malestar de la globalización 2002.
“El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita. Disfruta de las mejores
viviendas, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosa que
el dinero no puede comprar: la compresión de que su destino está ligado a cómo
vive el 99%. A lo largo de la historia humana esto es algo que esa minoría solo
ha logrado entender (...) cuando ya era demasiado tarde.
Las consecuencias de
la desigualdad son conocidas: altos índices de criminalidad, problemas
sanitarios, menores niveles de educación, de cohesión social y de esperanza de
vida. Stiglitz muestra cómo los mercados por sí solos no son ni eficientes ni
estables y tienden a acumular la riqueza en manos de unos pocos más que a promover
la competencia. Revela además cómo las políticas de los gobiernos e
instituciones son propensas a acentuar esta tendencia, influyendo sobre los
mercados en modos que dan ventajas a los más ricos.
La democracia y el
imperio de la ley se ven a su vez debilitado por la cada vez mayor
concentración del poder en manos de los más privilegiados. Este libro
constituye una contundente crítica a las ideas del libre mercado y a la
dirección que Estados Unidos y muchas otras sociedades han tomado durante los últimos
30 años, demostrando por qué no es solo injusta sino además insensata”. Fin de
la transcripción.
Este servidor no es
economista como la mayoría de los ciudadanos, pero éstos economistas nos decían
que los los mercados eran estables, pero la crisis financiera del capitalismo
nos demostró que podían ser muy inestables, con catastróficas
consecuencias. Los mercados tienen
nombres y apellidos, los culpables de la crisis financiera son aquellos que han
preparado las condiciones para aprovechar el proceso de dolor ajeno, de
tribulaciones de todas las otras empresas, para generar procesos de
monopolización, de concentración de la riqueza y del poder. Para salir de la
crisis ha habido dos tipos de recetas. Una, rescatar a los bancos porque, según
dicen, son demasiado grandes para caer.
El problema consiste
en que los bancos no solo juegan y apuestan con dinero ajeno, sino que también
son capaces de crear dinero inorgánico. Tienen ese privilegio enorme de emitir
a su propia cuenta compra de activos, de concentración de la riqueza, contra
nada. Cuando un banco tiene un capital importante puede comprometer un volumen
de recursos que puede afectar al conjunto de la economía de un país entero.
La deuda generada por
esta creación artificial de los recursos,
que hacen los bancos normalmente a su grupo de accionistas y amigos, puede terminar siendo pagada por una
sociedad entera que es lo que está pasando ahora. Cuando quiebra un banco hay
una serie de mecanismos, a través de los bancos centrales, de los bancos de garantía
de depósitos y finalmente de los recursos fiscales, que evitan que quiebren y
su deuda la paga el conjunto de sus ciudadanos inocentes.
La otra solución son
las políticas de austeridad que aplica el gobierno a sus ciudadanos, con
desempleo, rebaja de las pensiones, impuestos etc. Claro, el absurdo que
estamos viviendo actualmente, y que es absolutamente contradictorio con la
democracia y con la justicia social, es el hecho de que el 99% de los pobres
tienen que ajustarse, sacrificarse, para pagar toda la corrupción y la
incompetencia del 1% de los ricos. Este sistema capitalista es insostenible, preparémonos
a construir el socialismo ante que llegue la barbarie como señalaba hace dos
siglos nuestra camarada Rosa Luxemburgo Socialismo o Barbarie.
Germán Saltrón Negretti
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