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domingo, 8 de octubre de 2017

La crisis global del modelo exitoso

26 de junio de 2017
Crédito: 15 y último
Ricardo Aronskind


Los problemas estructurales de la globalización son sistemáticamente negados y tapados con autocomplacientes diagnósticos de pronta mejora. Las estadísticas sobre un crecimiento débil y una tasa errática de empleo se repiten año tras año, luego de la crisis de 2008. Los gobiernos de los países centrales, impregnados por el marco ideológico e institucional neoliberal, usan mínimos instrumentos expansivos de política económica. Los países latinoamericanos deberían prepararse para una contracción global que podría impulsar la tendencia declinante de la demanda de materias primas. La transformación del clima político en países centrales es la expresión de un malestar social creciente de la economía liberal: la concentración de la riqueza y la desposesión de las mayorías.

El estancamiento relativo de la economía occidental es inocultable. Las estadísticas sobre un crecimiento débil y una tasa errática de empleo se repiten año tras año, luego de la crisis de 2008. Los gobiernos de los países centrales, impregnados por el marco ideológico e institucional neoliberal, usan mínimos instrumentos expansivos de política económica. Así, la política monetaria expresada por la “expansión cuantitativa” implementada en Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y recientemente por el Banco Central Europeo ha alcanzado sus límites, sin que las economías hayan despegado.

Se acumulan ya nueve años en los que sistemáticamente el Banco Mundial y otros organismos que conforman la institucionalidad del orden global, realizan pronósticos económicos de crecimiento mundial que son desmentidos por una realidad mucho más anémica.

Los problemas estructurales de la globalización son sistemáticamente negados, y tapados con autocomplacientes diagnósticos de pronta mejora. Pero el impacto económico y político de una crisis financiera sin resolución no puede ser escondido, y se vuelve visible a través de numerosos eventos que ocurren con creciente frecuencia.

La deuda global sigue creciendo y sepulta la reactivación. Según la revista Forbes, el mundo adeuda 3,3 veces su PIB, o lo que es lo mismo, 217 millones de millones de dólares. La deuda global ha seguido acumulándose vigorosamente luego del estallido de la crisis financiera en 2008, a pesar del débil crecimiento registrado en el período. Tres cuartos de esas deudas corresponden a los países desarrollados.

Estados Unidos presenta uno de los endeudamientos más altos del mundo superando en 3,4 veces su PIB. La deuda federal sola es mayor que todo el producto anual del país (102% del PIB). El conjunto de las administraciones (federal, estatales y locales) ha incrementado fuertemente sus pasivos desde 2008 en un 80%. La solvencia del sector empresarial estadounidense se ha deteriorado durante 2016, especialmente en el sector no financiero.

La deuda total de la Eurozona alcanza niveles records del 405% del PIB. La deuda gubernamental de los 19 miembros equivale al 110% del PIB agregado. El Reino Unido, donde la realidad política se ha vuelto extremadamente fluida, debe casi cinco veces su PIB (465%). Tres cuartas partes de la deuda total británica corresponden al sector privado,  mientras que el resto es del sector público (115% del PIB). Solo el sector financiero acumula una deuda que equivale al 190% del PIB nacional.

En Japón, sóolo la deuda pública equivale a 2,5 veces su PIB, aunque en su mayoría ha sido contraída con prestamistas locales.

Esta acumulación riesgosísima de deuda se explica por las políticas monetarias fuertemente expansivas implementadas por los principales bancos centrales de los principales centros económicos mundiales, y por el crecimiento “vegetativo” de la enorme deuda contraída por el resto, a pesar de las muy bajas tasas de interés. Ese crecimiento vegetativo revela, a su vez, la imposibilidad de “manejar” esas deudas, que son explosivas. Un aumento de las tasas aceleraría inevitablemente el crecimiento de las mismas, sobre cuya cobrabilidad crecen las dudas.

Comentario aparte merecen las empresas “calificadoras de riesgo”, cuyas preferencias políticas por los países centrales y los gobiernos neoliberales son cada vez más difíciles de disfrazar de “evaluaciones técnicas”.

Advertencias
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), en un documento oficial, ha señalado: “las pobres expectativas de crecimiento deprimen el comercio, la inversión, la productividad y los salarios”. El comunicado advierte: “las excepcionalmente bajas tasas de interés están distorsionando los mercados financieros y creando riesgos a lo largo del sistema financiero”.

Aún más explícito es el siguiente párrafo: “La desconexión entre las subas de bonos y acciones y la caída de ganancias y de expectativas de crecimiento, combinadas con sobrecalentados mercados inmobiliarios en muchos países, incrementan la vulnerabilidad de los inversores a fuertes correcciones en los precios de los activos”. “Fuertes correcciones” significa en el lenguaje mesurado del organismo, la explosión de las burbujas creadas por el capital especulativo.

Nadie puede decir que las advertencias no fueron hechas con claridad. Sin embargo el sistema global responde con la inercia, el silencio negador y la total ausencia de propuestas efectivas.

Hechos políticos de enorme relevancia muestran un cambio crucial en el estado de ánimo de la opinión pública mundial en relación al fenómeno conocido como “globalización”. Uno es el Brexit, es decir, la decisión de Gran Bretaña de salir de la Unión Europea, producto de un referéndum (junio de 2016) que imprevistamente ganó la posición favorable a la salida. Otro es el triunfo de Donald Trump (noviembre de 2016), en contra de la favorita del establishment económico de los Estados Unidos, la demócrata Hillary Clinton. Justamente fue ella quien explicó con realismo –antes de las elecciones–, la lógica de los votantes de Trump: “demasiados estadounidenses sienten como si hubieran sido excluidos y abandonados por nuestra economía, por nuestro gobierno. Yo entiendo su frustración y francamente incluso el miedo que algunas personas sienten que no está funcionando para ellos, y que están en busca de respuestas”.

El triunfo del candidato de centro-liberal Macron (mayo de 2017) en Francia ha sido presentado como una revalidación popular de la  globalización liberal. Sin embargo, la simple suma de los votantes que cuestionan el estilo de ajuste y austeridad que impone la Unión Europea y la derecha neoliberal francesa, alcanzó casi el 50% de los votos en la primera vuelta. El contundente triunfo del candidato “moderado” en el ballotage debe leerse en el contexto del espanto que provocaba la alternativa representada por la derecha xenófoba.

La muy buena votación que obtuvo recientemente el laborista de izquierda británico Jeremy Corbin (junio de 2017) en su confrontación con el Partido Conservador, también se inscribe dentro del malestar con el ajuste y la transferencia de riqueza a los sectores más poderosos que se vienen practicando en el Reino Unido.

Concentración
Esta transformación del clima político que está observándose en diversos países centrales es la expresión de un malestar social creciente con características genéticas de la economía liberal: la concentración de la riqueza y la desposesión de las mayorías. La novedad es que hasta ahora los sistemas “bipartidistas” sin alternativas económicas al neoliberalismo parecían estables en aquellas regiones.

El llamado Brexit, o sea, la separación de Gran Bretaña de la Unión Europea es un hecho económico-político de enorme importancia que amenaza a su vez con desatar nuevos procesos políticos y económicos.

La Unión Europea ha decidido no favorecer una salida cómoda para el socio inglés. Necesita disuadir a otros miembros que pueden sentir la tentación de la separación, generando costos económico-sociales para Londres.

La primera ministra británica, Theresa May, apostaba a un proceso de completa separación de la UE entre 2017 y 2019. Su pretensión de negociar con “más fuerza” la desvinculación –que encubría una nueva vuelta de tuerca de recortes en salud y otros servicios públicos–, fue rechazada con inesperada fuerza por el electorado británico.

Trump propone una interpretación “nacionalista estadounidense” de la globalización: el estancamiento salarial, la falta de empleos industriales, el achatamiento del horizonte de progreso de los sectores medios sería “culpa” de los chinos y los mexicanos. Que las corporaciones estadounidenses hayan decidido desplazar sus fábricas hacia otras regiones buscando maximizar sus beneficios no entra en la explicación del multimillonario republicano.

La incógnita que se presenta es si Trump podrá avanzar a contrapelo de la lógica del capital global estadounidense, o si el establishment logrará “contenerlo” y adecuarlo a las normas “establecidas” de la globalización. En todo caso, el nuevo presidente añade otro factor más de inestabilidad global, ya que su futuro impeachment no es en absoluto descartable.

Contracción global
Al escenario de estancamiento y fragilidad que ha dejado la crisis de 2008, deben sumárseles las numerosas posibilidades de desestabilización política y económica global. La volatilidad político-militar internacional tiene hoy muchos nombres: Siria, Yemen, Venezuela, Qatar, Turquía, Ucrania, Corea del Norte, el Golfo Pérsico, el Mar de la China. La presidencia de Trump añade imprevisibilidad interna y externa al escenario mundial.

Ante tantos detonantes eventuales, los países sudamericanos deberían prepararse para una contracción global, que podría impulsar la tendencia declinante de la demanda de materias primas. Una eventual suba de la tasa de interés también podría generar ese mismo efecto sobre el horizonte regional.

La aparición significativa de partidos y líderes progresistas como Sanders, Corbyn, Mélenchon, el gobierno de izquierdas en Portugal, Podemos, muestra el distorsionado recorte de la realidad planteado por la prensa conservadora global: solo se puede elegir entre neoliberalismo o derecha xenófoba. Hoy se puede decir que ha surgido una contestación democrática, humana y social a la globalización neoliberal.

Aparece una agenda global que fue –hasta hace poco tiempo– un lugar común en Latinoamérica: garantizar derechos para sostener los mercados internos. Por otra parte, los derechos sociales solo podrán concretarse con una fuerte redistribución del ingreso. Algo que no se puede esperar de los mercados desregulados desentendidos del interés general y del destino del planeta.

lunes, 28 de agosto de 2017

Un nuevo orden económico mundial es urgente

26 de agosto de 2017
Germán Saltrón Negretti

Estados Unidos se sostiene sobre dos cimientos el dólar y el Pentágono. Desde octubre de 2000 hasta recientemente el dólar a caído frente al euro, el yuan y el rublo. Cada vez mas economistas predicen la caída del imperio y el fin de la era del dólar como moneda de reserva internacional. El déficit fiscal y la balanza comercial de EE.UU ponen el peligro al dólar como moneda de reserva, es el principal país con la deuda externa descomunal y que le impone sus reglas al resto de los países del mundo. 

EE.UU como la potencia militar hegemónica le resulta difícil imponerse, por las derrotas militares sufridas en Afganistán, Irak, Libia y Siria. La deuda externa estadounidense no podrá seguir creciendo y pagándose con su propia moneda, ningún país del mundo tiene estas condiciones especialísimas de pagar su deuda externa. La caída libre del dólar se producirá dentro de poco tiempo, nos espera una recesión mundial profunda que puede desembocar en una tercera guerra mundial.

El Fondo Monetario Internacional advierte que todo el aumento inmobiliario en los últimos anos, tendrá que bajar en algún momento. Cuando llegue, ni el dólar ni el euro brindaran refugio. Solo la compra de oro y otros metales preciosos serian la solución del proceso deflacionario que recorrerá el mundo. Indicando la crisis terminar del sistema capitalista y obligatoriamente la economía mundial tendrá que optar hacia un sistema económico socialista o humanista para salvar a la especie humana. 

martes, 1 de agosto de 2017

Vivimos el colapso del capitalismo, no una crisis económica

 25 de junio de 2012
Crédito: Tendencias21


El rechazo a enfrentar el colapso del capitalismo desde un punto de vista científico conlleva la búsqueda de soluciones que no encaran el fondo del problema. El poder no renuncia a la globalización, hija de la modernidad finalizada y cuyo modelo se ha incinerado a lo largo del siglo XX. El intento de demorar los efectos catastróficos de este proceso a través de un discurso único, que sólo pretende la continuidad en el poder, nos lleva a la implantación de un totalismo como sistema de gobierno. Por Oscar Scopa (*).

Durante estos últimos 35 años fatídicos, la frase preferida de censura de políticos, sociólogos, economistas, ha sido "traiga soluciones, no problemas". Lo que se desprende de esta censura de festejantes suicidas es el desprecio por cualquier tipo de planteamiento científico (ya sea éste moderno o precartesiano). 

Sin embargo, si no hubiera habido seres humanos que plantearan problemas, no habría habido soluciones y tampoco habría habido ciencia. Tanto la una como las otras se logran soportando que el problema no coincida en el tiempo y el espacio con la solución. Es un algo que pide el objeto. 

Como consecuencia, y sabiendo que la solución puede no hallarse jamás y de allí desprenderse una condena académica o sistémica, las "soluciones" que se han dado en realidad no son más que coincidencias forzadas, con el fin de aprobar anquilosadamente la proyección del poder en movimiento continuo. 

La solución es recrear el territorio. "Pero eso está prohibido". Sólo en el territorio se pueden crear superficies que, en el mismo problema que plantean, manifiestan la solución. El problema –y, por lo tanto, la solución al colapso– es, pues, superficial. Ése es el riesgo al que nos enfrentamos, el verdadero riesgo: plantear problemas al poder desde la ciencia (episteme). Lo demás es la «actitud» que pide el poder en cir-culación continua para ser plenamente aceptado en sus filas. Primera condición: no renunciar a la globalización; es lo que exige el total (1). 

El triunfo de la tesis de la sociedad de consumo 

La estructura que la modernidad otorgó al vínculo entre mercancía, población, moneda y trabajo solemos llamarla capitalismo (de Estado, de mercado, mixto). 

Como los otros elementos que compusieron el paradigma moderno (pedagogía, grandes ciudades, ideología, libertad, crítica, democracias ilustradas, burguesía, moda, cul-tura, estética…), el capitalismo padece la desintegración que el paradigma avisó como fatiga y agravio al final de la Segunda Guerra Mundial: la bomba atómica (devastación de Newton, los campos de concentración nacionalsocialistas o desmantelamiento de Descartes). 

En ese momento, triunfa la tesis económica de la sociedad adquisitiva o de consumo, lanzada en los años veinte del siglo pasado, suficientemente criticada por autores de diferentes procedencias científicas y sin respuesta válida alguna del sistema. Sólo retórica lexicocrática. 

Desde el final de esa guerra, la modernidad finalizada ha asistido a los diferentes colapsos que acabaron o redujeron a cenizas los distintos rostros del modelo moderno: la Razón. Sobre esos colapsos también se ha escrito suficientemente a lo largo de estos últimos 60 años, por ser restrictivos, sin encontrar el eco suficiente, si es que se produjo el mismo, en los vínculos sociales que se desencadenaron a lo largo de los últimos 35 años. 

El capitalismo padece una doble vertiente de colapso. En un lugar (ubi), el co-lapso de lo económico, en su relación con la economía. En otro lugar (situ), el colapso entre la economía y las ciencias a las que hicieron auxiliares matrimoniales. Esa doblez no logra ser entendida como pliegue catastrófico. 

Como la teología hizo arcilla de las demás ciencias, con el fin de eternizarse acríticamente como sistema modélico de la planetarización de sus discordias acumuladoras, el capitalismo aún no se ha enfrentado con un Concilio de Trento impuesto por un decidido Carlos V.


No es una crisis más 

¿Por qué no es una crisis lo que estamos padeciendo? En primer lugar, porque, como ya dijimos, si es una crisis, podemos esperar lo peor: el traslado del colapso a costa de los pueblos y las generaciones que encontrarán nuestra sucesión. 

Sobre todo, no es una crisis porque ésta implica toma de decisiones para confirmar una continuidad a la que se le otorga una capacidad de pervivencia. La negación del inminente derrumbe, a pesar del apuntalamiento, no es la solución. 

"No sabemos lo que puede pasar después de esta crisis a nivel social", comenta un economista serio. No saben, justamente, porque no hay crisis. En una crisis se toman decisiones distinguidas (de grado) para elegir el destino en referencia a lo que produjo tal o cual crisis de un determinado paradigma. 

Alguien podría decir, con criterio, que estamos frente a otra de las crisis estructurales que presenta el capitalismo, desde hace dos siglos. Es cierto. Hay retracción del consumo, de la expansión, de las fuerzas productivas y de los medios de producción. Hay congelación de la masa monetaria y se habla de nuevo modelo económico. 

El modelo de competencia está puesto en duda, así como el lugar que ocupa la empresa. Aparece un nuevo desequilibrio ente los países llamados centrales y los que se consideran periferia, y se ha vuelto evidente el deterioro en el comercio. Estas apariciones de la reiteración de la crisis estructural del capitalismo pueden hacernos creer que es una más. Y a esperar. 

Sin embargo, desde el propio discurso de los apologetas del capitalismo, aparece un hecho novedoso: la desafectación de los objetos en su relación con la industria. Es como si el capitalismo se hubiese quedado sin motor o, por el contrario, hubiese sido devorado por la misma inercia de su movimiento totalista al tensar las elasticidades canónicas. Esto no significa "el fin de todo". El encubrimiento puede cumplir el efecto de traslado del problema de lo económico en su relación con la economía. 

La vía de la crisis, forma de saturación paradigmática totalista 

Estoy convencido, y así lo demuestran las inundantes medidas tomadas por los Estados, que se ha elegido la vía de la crisis como forma de saturación paradigmática, totalista, como forma de dar cuenta de que los responsables de la política económica no pueden pensar, pausar, cautivados por el cálculo que denigra el número y, lo que es peor aún, la noción fundante de la tecnología moneda. 

Para que haya crisis es necesario que haya críticos distinguidos que tomen decisiones. La distinción, contraria a la vigilancia y el control, se caracteriza por la concesión a las personas distinguidas, fuera de mercado, que llevan la Cosa como único destino y allí se dirigen sin condicionantes a resolver un impasse. Lo que resuelvan los distinguidos será lo que haga que el criterio (crisis-crítica) prevalezca o caiga en los gritos dados a remeros esclavos reclutados en el supermercado. 

También estoy convencido de que sacarán la economía hacia delante, tan hacia delante que ni podrán reconocerla como economía sino ya sólo como política de inversores ahogando o echando pequeños salvavidas a las democracias. Hasta que ya no les sirvan. Los plazos de ese salto cualitativo de la violencia del capital no pueden aún ser reconocidos por la generalidad de los humanos. 

Los avatares que se introduzcan luego de la inundación (masiva) de capital y contabilidad para "reasegurar a los más poderosos" retocarán y trastocarán ese "crecimiento" que buscan y proclaman los distintos miembros de la feneciente trinidad moderna. 

Al colapso interno de la economía con sus referentes auxiliares se añaden, en nuestra época de gestores, el problema energético y el medioambiental (2). Desconozco el sabor de ese cóctel y sus consecuencias sobre los humanos. 

Otro discurso lleva a la comprensión del final de era 

¿Por qué han decidido la crisis y no el colapso? En primer lugar, por un problema lexicográfico. Los escolásticos, posteriores a Tomás de Aquino –padre no querido de las deformaciones, simplificaciones y sofisticaciones universitarias que los alumnos imprimen al pensamiento de quien asignan como maestro–, fueron presa de los juegos lexicográficos durante varios siglos. 

Quien más y mejor léxico dominara (produjera dominio, no discurso) era quien ejercía de jefe universitario. Secuela en lugar de escuela. Esta situación fue arrastrada tanto por la peste que arrasó la Edad Media y su modo de vida como por el Concilio de Trento, mientras los protestantes buscaron y lograron definir el colapso, asumiendo un nuevo rumbo dis-cursivo institucional, que echaba por tierra la globalización católica, y, sobre todo, económico: el capitalismo. 

Aún hoy la Iglesia católica paga y hace pagar el no haber aceptado a tiempo el colapso lexicográfico de la lengua latina apropiada por sus teólogos y llevarlo adelante bajo la faceta religiosa de la crisis (de fe; de confianza, se diría hoy). 

Siempre me cuestiono cuando en una disciplina, o en una obra de tendencia lexicográfica, sus juegos me producen un rechazo estético (por cierto, un rasgo moderno). O bien estoy frente a mis propios prejuicios, o bien allí hay algo repugnante, quizá pornosgraphós. 

La lexicocracia de los economistas, sobre todo en los últimos años de la Guerra Fría y su "victoria", me produce esa repugnancia, tanto en mis prejuicios como en mis criterios estéticos. Es inaceptable el pornosgraphó del que hacen gala (3). 

No sólo la economía padece la lexicocracia. Otras ciencias y disciplinas también han caído en las trampas del colapso de la división del trabajo productora de fatiga: colapso lexicográfico/voracidad divulgativa. Una voracidad que engulle emitiendo, en este caso y desde hace 30 años, imagen en pantalla; imagen de eternidad del modelo, de la vida urbana apetecible por lo imparable (circulación totalista), de las técnicas aplicadas a la industria como salvación escatológica. 

Una de las razones por las cuales deniegan, salvo en los momentos iniciales del crash de 2008, cuando se atrevieron a hablar de colapso, es justamente que la crisis sostiene la creencia en la eternidad del modelo económico y sus efectos en los modos de vida publicitados, como producto de consumo, como sistema político o como modo reproductivo de la cohabitación urbana. Ese reino ilusorio fue sostenido como imaginario de eternidad del modelo imantándole lexicografía unidireccional, en este caso la dirección obligatoria de aceptar este momento de callejón sin salida de los humanos como una crisis (4). 

Cuando las instituciones encuentran en la lexicocracia el sostén de su funcionamiento y normalidad, difícilmente pueden ejercer una pausa que les permita romper ese círculo vicioso para poner las cosas en su sitio (lo económico) y comenzar desde allí a cuestionar la cosa misma y el sitio desde donde ésta se observa (5). 

En nuestro tema: ¿qué es el trabajo, la moneda, la mercancía? ¿Qué es el agrós y la ciudad? ¿Por qué hay comercio? ¿Qué formas de intercambio pertenecen al orden de lo humano? De estas preguntas se desprenden las tecnologías fundamentales (desde el neolítico), las que no deben ser obturadas por las sofisticaciones de cualquier totalismo lexicocrático (6). 

De hecho, el totalismo no se desarrolla por un afán taxonómico sino por la lucha unidireccional para acumular la sumatoria absoluta de los fragmentos de las superficies deterioradas a fortiori. 

La pausa, detener la acción del mal, es imprescindible. En efecto, para que aparezca la pausa debe avisar un compromiso ético. La pausa es un acto, no un suceso pasivo. Aún más, al ser un acto no puede ser cualquiera sino un acto de separación. 

Si no hay pausa, aparecen las diversas formaciones del pegoteo endogámico y la institución, cualquiera, se satura y colapsa. Aparece lo inseparable como talla a la endogamia para disfrutar de la inmensa felicidad promiscua, acrítica y, en este caso, también, lexicocrática. Una lexicocracia que es siempre fruto de la sofisticación sostenida por ideales institucionalizados. 

El elogio lexicocrático indiscutible llamado «cultura de masas» se encargó, por ejemplo, de acabar con la concepción burguesa de intimidad y, sin embargo, no rescató su noción aristocrática, la del rechazo al absolutismo monárquico que pretendía extender sus controles, eso que lo sostenía (7). Los monarcas del despotismo ilustrado del siglo XVIII suponían que aumentando los controles aplacarían cualquier rebelión o revolución contra su poder. Podemos verificarlo en el fracaso de Turgot imponiendo la contención del déficit frente al aumento del lujo.


En vez de la pausa se ha optado por la prórroga 

Entonces, en el lugar de la intimidad apareció el totalismo de la vida superpuesta por imágenes retocadas en pantalla como su versión masiva: la obscenidad, el estar por fuera de cualquier escena que registrara la presencia de los cuerpos y sus poros, atrapados en la dictadura de la imagen obturada en pantalla. 

Lo obsceno como la virtualización de los cuerpos arrojados a una vida de diseño cooligan, happy, con el fin de quitar el cuerpo de la relación con otro cuerpo que comprometa la aparición de los poros (8). Los poros, los cuerpos, la presencia o ausencia del otro como verdad de lo concreto. Pausa. Superficie. Pantalla para el amor y la pausa sexual. 

La pausa pone en peligro lo obsceno, lo desagrega como función central totalista y sus producciones de confusión en el lazo social. Territorio de la entrega de lo íntimo compartido, se convierte en la peor enemiga de la vida diseñada para la razón de éxito: servir a un amo amable y simpático. 

En este sentido, la pausa tiene por cometido hacer cesar el mal, inclusive aquel que logra articularse como argumentación del bien (lo admitido en el resultado/total) a través del pornosgraphós. 

Tarde o temprano, nunca en el momento apropiado, si no aparece la pausa, se ter-mina quemando todo, hasta el muerto que se lleva a un sitio lejano; como no funciona la pausa frente al muerto en Mientras yo agonizo, de William Faulkner, y todo acaba ardiendo. Insisto, me refiero a la pausa como autocrítica distinguida: "qué estoy haciendo con mi vida". No como "me tomo una aspirina y sigo". 

En cambio, y en este periodo de la historia, aparece la prórroga. El intento por hacer una última jugada de ruego que demore. O sea, prolongar una vez que el tiempo adquirido ha sido superado y se decide suceder los problemas cruciales con el fin de que la circulación totalista continúe sin interrupción, sin territorio. 

Se habla de "crisis" o "ralentización económica". Lo cual indica, en ambos casos, una añoranza de la velocidad de llegada a la que se estaba moviendo el capital. Deberíase trabajar, en cambio, en qué indica esta "ralentización crítica". Sin embargo, se la combate con más riesgo para imprimir una vez más la velocidad que necesita la avidez del total. 

El colapso del capitalismo, de este modo, no sólo va a profundizarse en las vertientes a las que referimos, sino en el de los otros testigos teóricos y prácticos de la modernidad posdatada; inclusive aquellas formas discursivas que deseamos encuentren su sitio en el nuevo periodo, el cual aún no ha sido hallado ni solicitado, en esa prórroga irresponsable e institucionalmente aterrorizada, su nueva vertiente sintomática, negadora de la caída aún sin definir de aquellos anquilosados ideales modernos. 

El automatismo acrítico que el capitalismo eligió como vía totalista, no sólo a par-tir de la segunda posguerra mundial sino, sobre todo, a partir de la crisis del canal de Suez de 1956, cuando el Reino Unido traslada todo el poder al aparato de Estado estadounidense, generó una pérdida difícilmente reparable para el recorrido económico y civilizatorio europeo. 

Ese automatismo acrítico se leyó (y aún se lee), a partir de la caída del bloque soviético, como el triunfo imaginario de la concepción ad infinitum de un sistema que pronto tocará el cielo con las manos, tal como sueña. «Hemos derrotado a los malditos soviéticos, por lo tanto el mundo es nuestro para siempre. ¡A reventar de placer!» 

La crítica es, justamente, la forma que una de las formas de la pausa, iluminadora, eligió para la modernidad. Desde los años cincuenta del siglo pasado se habla de la muerte o de la crisis de la crítica: literaria, pedagógica, científica, musical, lógica, económica... Esa crítica intentó, como último tramo de pervivencia moderna, des-abastecer el biografismo burgués por la lectura de la estructura de cada obra, de cada modelo o sistema. 

¿Cómo se prolongará el capitalismo una vez fenecida la burguesía? 

La destrucción de la burguesía prevista por Marx ya se ha dado a sí misma y hace tiempo los argumentos acríticos, encriptados, de su suicidio como clase dominante. Simplemente, ya no le era útil al total del capitalismo. La burguesía, mientras existió como poder, garantizaba aún cierta existencia de la territorialidad, aunque no fuera de otra forma que evidenciando la atribución de la intermediación que heredó del feudalismo. 

La burguesía dominó no sólo las industrias y los bancos sino también las distintas vertientes del arte y el pensamiento. De ella salieron tanto grandes fortunas como transformadores e inventores de distintas disciplinas y revoluciones de las que podemos sentirnos tendentes al reconocimiento agradecido. Todas ellas con sus referencias críticas apropiadas y muchas veces convenientes. 

Esa caída de la burguesía ha producido un efecto apático en el hecho crítico mismo, volcando hacia la vociferación de la expresión, los avances del oportunismo, la justi-ficación aleatoria del salvajismo competitivo, del todo vale espectacular (9). Al mismo tiempo, hemos «interiorizado» de un modo tan profundamente alienante la censura de la vociferación en pantalla, tan temida, que ya no es necesaria la hoguera del inquisidor. Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿puede sobrevivir el capitalismo a la caída de la clase para la que fue creado, la burguesía? 

Sin censura, en el sentido de mesura, no hay distribución posible. No hablamos sólo de redistribución. Tampoco funcionaría la distribución de la riqueza entre los ricos. Si esa censura, ese límite, no aparece o es obstruido, la riqueza colapsa. Surge la versión validada del canibalismo. Todo, vale. 

Las clases, entre otras, cumplen la función de límite al canibalismo dentro de una misma clase, social en este caso. Uno de los núcleos del colapso en el cual estamos instalados fue la desconfianza de los ricos entre sí como consecuencia de no pertene-cer a clase alguna. 

Hace algunos años, le planteé el problema de la caída de la burguesía a Joseph Stiglitz , quien me comentó que él no veía la ausencia de una clase burguesa dominante sino que ese lugar lo ocuparía una especie de burguesía "tecnológica". 

Espero que no sea así y tengo la percepción de que ése es el proyecto, lo cual obligará a pensar algunas cuestiones políticas de un modo notablemente diferente. Una diferencia que piense los distintos niveles oclu-sivos que este sector social puede ocasionar en el lazo social. Es justamente la tecnocracia la que para mí todavía es un sector social, la que busca al capataz perfecto de los remeros esclavos, con el fin de que se sientan en libertad por poder insultar al remero que tienen delante con datos biográficamente difamados en pantalla (10). La muerte de las democracias generada por el golpe de Estado de los tecnócratas lexicográficos. 

Ya hay signos claros, tanto en la moral cooligan como en el Nuevo Orden tecnocrático y científicamente (doxa)higiénico y prolijo, en la fabricación de guetos supuestamente identitarios, en la corroboración del paso acrítico de un estado al otro atravesados por el aval de la imagen (eidolos), de que ese sector social ha sido entronizado. Los cooligans, esos anuladores de la tragedia del sueño humano. 

Su coronación patética no tiene otro fin que la construcción aleatoria de un nuevo modelo de sector social, amante de la autoproclamada "sociedad abierta", que prorrogue la existencia del capitalismo como único superviviente de la modernidad de la corrección permanente. 

De ocurrir un intento de dicha sustitución de las democracias por tecnocracias (al principio seguramente encubiertas por las votocracias), se producirá un aumento constante, sin solución, de las contradicciones paradigmáticas. Cualquier praxis y práctica democráticas saldrá enrarecida si se decide dar el paso al abismo de los tec-nócratas en el poder. 

De las democracias a las tecnocracias sólo hay un camino segu-ro, la implantación invariable del "discurso único" como obligado camino recorrible para resucitar la conjugación convulsiva entre sistema y modelo del capitalismo. Concretamente, la implantación del totalismo como sistema de gobierno. 

De hecho, ¿no han trabajado a lo largo de dos siglos para que eso sucediera en los "Modern times"? La burguesía construyó su suicidio fabricando la locura de la competencia técnica/patente hasta que ésta ya no la necesitó y la dejó caer. Cuando cede, lo que cae se somete a lo peor. ¿No querían omnipotencia "tecnológica" para competir "apalancados"? ¡Ay!, ahí tienen su pagaré totalista. 

El problema (sin duda energético, vital) lo tendrán los ciudadanos. El problema (sin duda institucional pero también en el nivel del mito) lo padecerán aquellos que sostuvieron las posibilidades de las democracias por encima de las técnicas aplicadas a la industria del consumo y sus «ingenierías» financieras.






Notas 

(1) Sorprende cómo, en todo este tiempo, el nombre de Tobin, premio Nobel de Economía, ha sido borrado de los medios de comunicación masiva, de los políticos, de los comentaristas biempensantes. James Tobin fue tomado como emblema de algunos movimientos antiglobalización de los noventa del siglo pasado como ATTAC, movimiento con el cual Tobin ni tenía ni quería tener nada que ver; por lo tanto, su nombre ha sido borrado. No se puede, está prohibido hablar de tasas a los movimientos de capitales. 

Además, la reaparición de Tobin pondría en entredicho el dogma de "nuevo Breton Woods", al que asistimos incrédulos. En realidad, fue Nixon, en 1971, el que enterró Breton Woods, al eliminar la convertibilidad al oro del patrón dólar, reventando los acuerdos de la segunda posguerra mundial. 

Ese mismo año, Tobin sostuvo la necesidad de una tasa a los flujos de capital. Debemos ser comprensivos con los políticos. Si, además de que están triturados por el colapso pasado como crisis, deben aceptar como buenas las propuestas, no sólo de un economista como Tobin, sino de lo que ellos llaman desde hace 20 años "antisistema", su orgullo se vería más que herido. Los políticos pasarían a engrosar las filas de los traumados. Sin embargo, en los últimos tiempos, algunos mandatarios europeos retoman la idea que lanzó Tobin. Tarde, demasiado tarde. 

(2)Varios diarios publicaron una información que tomo de El País del 16 de mayo de 2009: "La contaminación atmosférica causa en Europa 350.000 muertes prematuras al año". ¿Será verdad esa información que también publican periódicos de varios países? Si es así, ni Hitler hubiese soñado una solución final tan dulce y apetecible para todos. 

(3) Recuerdo que, hace muchos años, tuve que leer detenida y reiteradamente las memorias del "presidente»"Schreber para un trabajo editorial. Este libro no hubiese pasado a la historia de la literatura si Freud no lo hubiera tomado para hacer un importante análisis sobre las psicosis. Tanto orden, moderación y verosimilitud escénica me producían esa repugnancia. Sin embargo, no me la produjo (ni produce) la lectura de Antonin Artaud o de Lautremont. Me asquean los dementes que intentan acumular en sí la normalidad diseñada. Leyendo y escuchando durante estos años, que en estas páginas despido, a los economistas, tengo una sensación semejante a la que me produjo la lectura de las excrementarias justificaciones de Schreber: esa normalidad del horror. 

(4) Todos (los economistas) estamos acostumbrados a colocarnos algunas veces a un lado de la Luna y otras en el contrario, sin saber qué ruta o trayecto los une, relacionándolos, aparentemente, según nuestro modo de caminar y nuestras vidas soñadoras», aseguraba J. M. Keynes en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero al referirse ¡a la formación de precios! y a las vicisitudes de la "inapelable" ley de la oferta y la demanda.

(5) En 1994, llamé a esa pausa pit-stop, esos segundos urgentes donde los autos de Fórmula 1 dejan aparte la velocidad para detenerse absolutamente. Hoy no basta con el pit-stop. En aquel momento creía que los capitalistas eran un poco más inteligentes. 

Asimismo se habla de "formalmente las democracias funcionan", "formalmente este fallo judicial es incuestionable". Cuando lo formal secuestra las instituciones, esta-mos frente a la decadencia de su dinámica vital. 

(6) Como ya no saben qué decir ni dónde engalanar el engaño, mientras producía esta investigación se pusieron internacionalmente de acuerdo para comentar que se veían "brotes verdes en la economía". Los primaverales economistas, cuando no logran engañar, traen bajo el brazo imágenes desteñidas y las desparraman como desparraman el dinero para "los más poderosos". Cuando "los brotes verdes" cayeron mustios, comenzaron a decir que decían "la verdad": "Os hundiremos a todos y debéis aceptarlo pasivamente porque decimos la verdad". 

(7) Cuéntase que en el siglo XVIII francés una noble recibía a liberales, en todo sentido, en su casa. El rey, preocupado por si en esas reuniones había libertinos con ideas políticas en su contra, envió un par de emisarios a la aristócrata con el fin de averiguar qué tipo de conversaciones había allí y qué "tipo" de cosas se hacían. 

La señora fue escueta en su respuesta: "En mi casa hago lo que quiero". Quizá podríamos tomar ese momento como la fundación mítica de la intimidad. Una intimidad que coincidía con los excesos del lujo, producidos por la adquisición de lujo apropiado de mujeres y amantes o queridas. 

La burguesía trastornó, en el siglo XIX, la intimidad aristocrática, como resistencia al poder absoluto del monarca, en «secreto de familia», oscureciendo y volviendo represión ese mismo término: nadie fuera de la familia debía saber lo que allí pasaba; ni en términos sexuales, ni económicos ni de delitos. 

Sin embargo, la intimidad, en sí misma, fue en realidad un triunfo de las mujeres sobre el orden de vigilancia y control público. Como lo hice en un libro anterior, recomiendo fervientemente la lectura de Lujo y capitalismo, de Werner Sombart. En él, el autor sostenía que la relación del paso del lujo público, los fastos, al privado, adquisitivo, del siglo XVII y XVIII fue el nudo central del paso al capitalismo en la economía. Del tema del lujo me ocuparé en otro trabajo. 

(8) Este es el proyecto, que por supuesto adquiere resistencias difuminadas en el panorama de las vidas de los humanos. 

(9) Los noticieros anuncian en todo momento, y con alegría que se pretende contagiante, el aumento permanente del negocio de los videojuegos. Inclusive llegan a decir que éstos no sufrirán la "crisis". Tal como estudian suficientes psicólogos, pedagogos, sociólogos, ese aumento es proporcional a la cantidad de horas que pasan los niños solos en sus casas, mientras sus padres disfrutan o padecen el producir optimismo para el total. 

¿Piensan los economistas, una vez más, que esta fricción no terminará colapsando el modelo? Estamos en medio de una guerra sorda, entre lo humano y la economía que rechaza cuestionarse en lo económico. 

De hecho, y a través de la publicidad, se desprecia, de forma cooligan, la vejez. Los ancianos no tienen nada que enseñar ni que aportar. Son lo viejo, lo molesto, lo anticuado. No es más que un signo del asalto al poder de los tecnócratas y sus gadgets, intentando dejar "viejo" todo lo que no pertenezca a su órbita de poder cooligan en pantalla aporal; como ya señalé, exhibicionista. 

(10) Mientras la burguesía y la clase trabajadora tuvieron, hasta el final, muchos problemas para constituirse como Internacional, muchas veces paralelos, tanto en acumulación, modas, luchas, estética, cultura, este sector social ha conseguido constituirse como internacional sin asumir otra responsabilidad que la de satisfacer el total en pantalla. 

La burguesía y la clase trabajadora, viejos y queridos amigos, se ven hoy como "lo viejo" (como pusieron en marcha los Estados Unidos con Europa durante los años cincuenta del siglo xx). 

Este nuevo sector social al que se le están transfiriendo todos los poderes aglutina, pegotea, cada vez a más gente que no se responsabilizaba de pertenecer a ninguna de esas dos clases. Ese traspaso indiscriminado acabará con las democracias, instaurando tecnocracias. Sería importante que, a quienes nos interesa vivir en democracia, estuviésemos atentos a este traspaso total de poderes a la internacional tecnocrática.

martes, 18 de julio de 2017

Estos son los estados de EEUU que están a punto de la quiebra

 13 de julio de 2017
Crédito: Sputniknews



La difícil situación económica de varios estados de EEUU como Illinois, Connecticut y Nueva Jersey, es cada vez más evidente.


Por ahora, Illinois se considera el campeón entre los 'peores estados'. Sin embargo, hay muchos otros candidatos a esta posición, como es el caso de California, la cual tiene un gran volumen de obligaciones por pensiones sin financiación. Una obligación sin financiación es la diferencia entre la cantidad estimada de las obligaciones del plan de pensiones y el valor actual de sus activos.

De acuerdo con el Instituto de Políticas Públicas de California, los dos programas públicos de jubilación más grandes del estado, el Sistema de Jubilación de los Empleados Públicos de California (CalPERS por sus siglas en inglés) y el Sistema de Jubilación de los Maestros del Estado de California (CalSTRS por sus siglas en inglés), cubren el 65% de los cuatro millones de empleados estatales, de los condados y locales que califican para beneficios de pensión pública. Estos dos programas reportaron 62.000 millones de dólares y 74.000 millones en obligaciones sin financiación, respectivamente, para el año fiscal 2013. Esta cifra no ha hecho sino aumentar. 

El Centro Mercatus de la Universidad George Mason recientemente llevó a cabo un estudio y elaboró un ranking de la situación fiscal de los  estados de EEUU.

Los expertos se valieron de diferentes indicadores como la capacidad de pago bancaria —que indica si el estado tiene una suficiente cantidad de dinero para cubrir sus pasivos a corto plazo—, así como la capacidad de pago presupuestaria —que indica si el estado es capaz de cubrir sus gastos a largo plazo—.

demás, la capacidad de pago al nivel de servicios —que indica la medida a la que la 'debilidad fiscal' hará que el estado aumente los gastos en caso de que los ciudadanos exigen más servicios— y la capacidad de pago de los fondos fiduciarios  —que indica la cantidad de las obligaciones por pensiones y medicina sin financiación— también fueron analizados.

Así, los especialistas crearon un mapa de distribución de las amenazas de quiebra.

Con base en estos resultados, el medio ruso Vesti Finance afirma que la mayoría de los estados con una difícil situación financiera son los mismos que votaron por los demócratas. Asimismo, agrega que los estados que "votaron por los republicanos en general tienen una mejor situación".

Por ejemplo, en lo que se refiere a la capacidad de pago, 8 de los 10 estados más vulnerables votaron por los demócratas (identificados con el color azul).
La falta de capacidad de pago a corto plazo de los estados 'azules' se explica por su rechazo a introducir impuestos agresivos a su población.

En cuanto a los problemas con las obligaciones por pensiones sin financiación, los estados 'rojos' (republicanos) y 'azules' tienen una situación parecida, a pesar de que la deuda de California de 900.000 millones de dólares es tres veces mayor que la de Illinois.
Por el momento, la cifra más alarmante es el monto total de las obligaciones por pensiones sin financiación, que llega a los cinco billones de dólares, y no incluye las obligaciones federales y estatales.

miércoles, 12 de julio de 2017

En claves: Conclusiones de la Cumbre del G20

07 de julio de 2017
Crédito: TelesurTv



La Unión Europea señaló que el lenguaje de la declaración no se aparta del sistema global vigente, que permite a los países tomar medidas defensivas dentro de la Organización Mundial de Comercio.


La declaración final de la cumbre del G20, celebraba en Hamburgo (Alemania), destacó este sábado que los demás países y la Unión Europea apoyaron el acuerdo climático de París rechazado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El documento indica que el acuerdo para reducir los gases de invernadero era “irreversible” y se comprometieron a aplicarlo rápidamente y sin excepciones.

Las potencias mundiales reafirmaron su apoyo a los esfuerzos para combatir el calentamiento global, a excepción de EE.UU.

Como economías emergentes y productoras de combustibles “tomaron nota” de la posición estadounidense, a la que se dedicó un párrafo aparte.

La canciller alemana Angela Merkel dijo que "la posición de Washington" era “de lamentar”, pero que la cumbre había logrado “buenos resultados en algunas áreas”, como un trabajoso acuerdo sobre comercio que sí incluye a Trump y EE.UU.

En cuanto al comercio, el G20 mantuvo la condena al proteccionismo, con una declaración central de los esfuerzos del grupo para combatir la crisis financiera global y las secuelas de la Gran Recesión.

Sin embargo, agregaron nuevos elementos: el comercio debe ser “recíproco y mutuamente ventajoso” y que los países pueden recurrir a “instrumentos legítimos en defensa del comercio” si se aprovechan de ellos.

Esto refleja las inquietudes expresadas por Trump durante la cumbre del G20, la primera a la que asiste, en donde el mandatario señaló que el comercio debe ser justo y abierto y debe beneficiar a empresas y trabajadores estadounidenses.

Las medidas defensivas dentro de la Organización Mundial del Comercio incluye aranceles a la importación para compensar prácticas desleales como subsidios oficiales o precios por debajo del costo.

En materia climática, los funcionarios elaboraron una declaración aclaratoria en tres secciones que todos pudieron firmar. La primera es el compromiso de combatir el cambio climático en general; la segunda es el párrafo especial que reconoce que EE.U no apoya el acuerdo de París; y en la tercera, los 19 países restantes ratificaron su apoyo al acuerdo.

Los resultados de la cumbre no son decisivos, sea en comercio o en clima. El compromiso de no protección ha sido violado con frecuencia mediante recursos difíciles de detectar como exenciones impositivas en lugar de los impuestos sobre la importación.