(Mohandas Karamchand Gandhi; Porbandar, 1869 - Delhi, 1948) Pensador y líder del nacionalismo indio. Principal artífice de la independencia de su país (1947), fue la figura más relevante de la escena política y social de la India durante la primera mitad del siglo XX y una de las personalidades más influyentes de la historia contemporánea.
Gandhi
Gandhi pasó la infancia en un ambiente familiar ordenado y recogido que dejó en él una huella indeleble. Su padre era funcionario estatal de grado elevado y su madre conservaba una fe religiosa apasionada y operante que se remontaba a las antiguas y sagradas tradiciones brahmánicas e hindúes. Después de haber seguido en su patria un curso regular de estudios y cuando tenía cerca de veinte años, mantuvo durante tres años un primer contacto directo con la cultura occidental, viviendo en Londres, donde esperaba perfeccionarse en los estudios jurídicos.
Regresó después a la India; pero no permaneció allí mucho tiempo. Los ideales que guiaron toda su vida, y que se identifican con un ardiente amor a la India (cuya antigua civilización y algunas épocas gloriosas de su historia trimilenaria se le aparecían como firmes bases para la deseada unión nacional) y con una necesidad innata de llevar a cabo la difícil misión con un espíritu de amor y caridad hacia la humanidad entera, comenzaron a revelarse públicamente con el generoso impulso con que Gandhi (habiéndose trasladado en 1893 a Sudáfrica) se dedicó a realizar la obra de redención y de elevación moral y social de muchos millares de indios allí residentes.
Numerosas y variadas fueron sus iniciativas humanitarias; instituyó colonias agrícolas y hospitales, y, sobre todo desde entonces, trató de eliminar las castas y religiones que dividían a su pueblo. En sus relaciones y en sus inevitables choques con las autoridades gubernativas de Sudáfrica inauguró un método de lucha, o mejor de resistencia, que mantenía el respeto a la persona humana y evitaba la revuelta armada: ya en Sudáfrica, en 1906, subrayó el valor de la «satyagraha» («fuerza de la verdad») como fundamento y energía de las acciones que en Occidente recibieron el nombre de «resistencia pasiva».
Regresó a finales de 1914 a la India, donde llevó una vida retirada hasta 1918, término de la Primera Guerra Mundial. A partir de este año Gandhi fue prácticamente el jefe del movimiento nacionalista. Su bandera, al principio una simple autonomía que tomaba su base de la autonomía económica, a la que había de llegarse mediante la «no colaboración» y después con la desobediencia civil, pasaría finalmente a ser el símbolo de la independencia nacional («svaraj»).
Gandhi en la marcha de la sal (1930)
1920 señala una fecha importante en la vida de Gandhi, porque fue precisamente en este año, en ocasión de la sesión extraordinaria del Congreso Nacional Indio en Calcuta y en la ordinaria celebrada poco después en Nagpur, cuando Gandhi obtuvo un gran éxito personal: en la primera sesión fue aprobada, y en la segunda ratificada, la puesta en práctica de una gradual resistencia pasiva, deseada y ardientemente propugnada por Gandhi como método de lucha contra la opresión colonial. Aunque la no violencia es un concepto común en el hinduismo y en la cultura oriental («ahimsa»), Gandhi la reivindicó como un imperativo ético universal, subyacente en todas las religiones (el budismo, el cristianismo, el islam). Su pensamiento entroncaba también con eximios representantes de la espiritualidad en Occidente (desde Jesucristo hasta León Tolstói) y con teóricos de la política y la economía como Henry David Thoreau, formulador de la doctrina de la desobediencia civil.
Se convirtió entonces en primerísima figura, no sólo en el seno del Congreso, sino en toda la India. A este año se remonta el título de «Mahatma» que el mismo pueblo le confirió en un impulso espontáneo de entusiasmo y de devoción; Gandhi pasaría a la posteridad con dicho apelativo, que significa literalmente «el magnánimo» y alude a sus dotes de profeta y de santo que las masas le reconocían. Su influencia, sin embargo, estaba destinada a sobrepasar con mucho los límites de su vida y de su país, y tanto su doctrina como su personalidad se convertirían en modelos inspiradores de líderes y activistas como el estadounidense Martin Luther King y el sudafricano Nelson Mandela, por citar solamente los dos ejemplos más célebres.
Los períodos sucesivos de la vida de Gandhi muestran una ininterrumpida serie de episodios durante los cuales continuó su actividad política, con pausas más o menos largas pasadas en duras prisiones. De 1930 es una vigorosa llamada directa al pueblo, redactada por entero por Gandhi y sancionada por el Congreso, en la que se siente vibrar toda la pasión y todo el amor de Gandhi por su tierra madre y su anhelo por liberarla de la dominación extranjera. De aquel mismo año es su valerosa actuación contra las leyes del monopolio de la sal y su memorable marcha de tres semanas, osada y simbólica al mismo tiempo, realizada en medio del entusiasmo irrefrenable de las muchedumbres a lo largo del recorrido que separa la ciudad de Ahmedabad de la pequeña localidad costera de Dandi.
A finales de 1931 participó en Londres en la segunda conferencia de la Mesa Redonda para el establecimiento en el país de un gobierno constitucional, pero la conferencia marcó un fracaso para la causa india. Vuelto a su patria, Gandhi vivió durante algunos años apartado de la política oficial, pero dedicado a su apasionada atención a los problemas sociales, especialmente al concerniente a la marginada casta de los «intocables». Reapareció en la escena política en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, y con indómita constancia continuó luchando (siempre inerme) por aquellos ideales de cuya fe nunca se apartó, y mantuvo una esperanza inquebrantable hasta el día de su asesinato.
Jefe y maestro de su pueblo, Gandhi lo guió a la consecución de la meta que había soñado ardientemente; un año antes de su muerte, la independencia de la India se hizo realidad, pero no su deseo de fundir hindúes y musulmanes en unitaria convivencia. Y, ciertamente, ello constituyó una espina, a la que se añadieron las amargas desilusiones y dolores por las violencias y los estragos que acompañaron el nacimiento de la Unión India y del Pakistán.
Extraordinaria figura de asceta indio, Gandhi no pasó su existencia en el tradicional eremitorio solitario, sino que fue impulsado por el amor a su tierra madre y a sus hermanos a vivir (excepto durante algunos breves paréntesis) en medio del mundo, y a practicar y mantener sus virtudes ascéticas entre el poco edificante contacto con los gobernantes y métodos políticos del siglo XX. El sentimiento de bondad y de afectuosa dulzura que es la nota dominante del visnuismo se refleja incluso en la que fue su arma política, la no violencia («ahimsa»).
Sus repetidos y dolorosos ayunos (realizó dieciséis, el último de ellos pocos días antes de su fin en un intento de conseguir la paz religiosa de toda la India) eran la prueba de una completa entrega a su causa y consiguieron la devoción de las masas; su palabra apasionada las entusiasmaba, sus plegarias y sus invocaciones al dios Raro, recitadas en público, conmovían y arrebataban al auditorio. Gandhi actuó políticamente siguiendo medios que estaban en neto contraste con la práctica dominante, y consideró despreciable el principio según el cual el fin justifica los medios, principio que un maestro indio de política, Kautilya, había exaltado y puesto en práctica con un realismo sin escrúpulos muchos siglos antes.
Pero el método, que podría calificarse de evangélico, predicado y llevado a la práctica por Gandhi consiguió el deseado triunfo. El desconsolado anuncio hecho a las gentes de que el padre («bap») había sido asesinado, el subsiguiente dolor del pueblo impresionado por la noticia del trágico fin y la consagración de sus cenizas, sumergidas religiosamente en numerosos ríos sagrados del inmenso país, revelaron al mundo que la India había perdido a su más grande santo de la edad moderna.
Como valioso legado de su actividad encaminada al bien de sus compatriotas y a la independencia de su país en el marco de una extraordinaria concepción filantrópica y humanitaria ha quedado su obra titulada Historia de mis experiencias con la verdad (que en su primera redacción data de unos veinte años antes de su muerte), además de una mole ingente y varia de artículos publicados en revistas y periódicos, numerosos discursos oficiales pronunciados en la India y en Inglaterra y las abundantes alocuciones de carácter familiar y paternal dirigidas al pueblo y cuyo vivo y religioso recuerdo se mantiene todavía.
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