miércoles, 17 de febrero de 2021

 "Es un concepto único": arqueólogos españoles hallan la quintaesencia del lujo romano

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Villa Adriana es sinónimo de opulencia. El palacio, construido por el emperador romano Adriano, es un ejemplo de grandilocuencia, pero también de innovación arquitectónica. Arqueólogos españoles han descubierto en su interior el primer salón de banquetes flotante de época romana.
Tívoli se encarama en la ladera de la montaña. Desde el Monte Ripoli otea el horizonte en busca de Roma. A poco más de 33 kilómetros, en ocasiones, si el sol brilla y la bruma del Mediterráneo lo permite, la capital italiana asoma en la lejanía. A ambas localidades las conecta el pasado. De las laderas por las que trepa Tívoli salió la piedra que alimentó los grandes edificios de la Ciudad Eterna. Material que sirvió también para las residencias de veraneo que salpicaron el agreste paisaje de la antigua Tibur.
Su clima más fresco, gracias al agua abundante, convirtieron la población en un lugar de reposo para la élite romana, sobre todo durante la etapa imperial. Las villas se repetían en sus alrededores, rodeadas por manantiales y un manto de pinos. Había algunas más modestas, que contrastaban con aquellas en las que el lujo primaba. Pero, que se sepa, ninguna como Villa Adriana.
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Antes de iniciar el ascenso a la montaña se levanta este complejo residencial. Como su nombre indica fue morada temporal del emperador Adriano, quien mandó su edificación en el siglo II. Un lugar en el que alejarse del ajetreo capitalino. Eso sí, sin abandonar sus responsabilidades como gobernante del Imperio Romano. Y es que, Villa Adriana era más que un palacio.
Con más de 120 hectáreas, esta gigantesca construcción aunaba disfrute y trabajo. Las obligaciones de Estado viajaban a donde el emperador se trasladaba y Villa Adriana estaba preparaba para acogerlas. "Junta el carácter residencial típico de las villas de otium (ocio), habituales entre los emperadores, se sumaban otros valores. Villa Adriana funcionó también como sede oficial cuando estaba allí el emperador. Es decir, parte de la corte y del aparato burocrático del Imperio se desplazaban allí con él, cuando estaba allí. Así, estaba diseñada para albergar una gran cantidad de personas", comenta Rafael Hidalgo Prieto, profesor de arqueología de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, a Sputnik Mundo.
Compuesto por varios edificios, el complejo palaciego evoca a una ciudad. Una urbe sin foro o murallas, pero sí con termas y teatros. En concreto, tres conjuntos termales y dos espacios para contemplar comedia o tragedia. "Las termas más grandes y el teatro más importante competían en tamaño con los de cualquier ciudad pequeña", puntualiza Hidalgo.
Cuenta con academia, estadio, jardines de gran extensión y salas de banquetes de distintos tamaños para llevar a cabo los actos oficiales. Una vertiente pública que contrastaba con el propio día a día del emperador. Dentro de este entramado, Adriano disponía de lugares exclusivos. Espacios en los que distanciarse de la mundanidad. Es el caso del Teatro Marítimo. "Es el símbolo del microcosmos en el macrocosmos. En una villa de 120 hectáreas, el emperador se construye una pequeña casita, rodeada de agua por todas partes para que se pueda aislar de todo el mundo, ya sea para meditar o trabajar. Su rincón de respiro", comenta el arqueólogo.
Tras la muerte de Adriano, la titánica villa no volvería a brillar de la misma manera. "Al ser una propiedad imperial, esta sería heredada por sus sucesores. Sin embargo, el sitio estaba demasiado unido a la figura de Adriano. Fue su gran proyecto", detalla Hidalgo. Los siguientes emperadores la mantuvieron como lugar de recreo, pero sin el ajetreo existente en los tiempos de su constructor.
El paso del tiempo acabaría por vaciarla definitivamente. El declive del Imperio Romano forzaría su abandono y la antaño fastuosa propiedad sería víctima del pillaje. No obstante, Villa Adriana aguantaría el peso de los siglos para convertirse en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de época romana. "El estado de conservación es excepcional", destaca el investigador, quien indica que hay complejos como el conjunto del Pretorio, que tienen una altura equivalente a un bloque de cuatro o cinco pisos.

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