jueves, 15 de octubre de 2020


MEDIOAMBIENTE
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El mundo avanza en adelantos científicos y tecnológicos pero al día de hoy sigue habiendo casi 700 millones de personas con hambre. Para la FAO, es momento de dejar de pensar exclusivamente en el arroz y el trigo y echar un ojo a los cultivos indígenas como la quinua o la moringa.

La alimentación no deja de ser un problema sin resolver para el planeta, donde más de 2.000 millones de personas siguen sin tener un acceso regular a alimentos de calidad y unos 690 millones de personas directamente pasan hambre, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

El problema podría incluso agravarse en 2020 debido a la pandemia de COVID-19 ya que, de acuerdo a estimaciones de FAO, la crisis global provocada por el nuevo coronavirus podría agregar entre 83 y 132 millones de nuevos hambrientos a la cifra ya proyectada, ya de por sí mayor que la de 2019.

En ese contexto, y en un mundo en el que las grandes industrias de productos alimentación no logran dar las respuestas necesarias, la FAO pone énfasis en la importancia de las comunidades indígenas como una alternativa para diversificar la matriz alimentaria, mejorar la salud de los consumidores y, a la vez, proteger más a los ecosistemas.

En efecto, para la agencia de Naciones Unidas los pueblos indígenas del mundo pueden hacer un aporte clave a partir de los "conocimientos tradicionales" sobre alimentación. En ese sentido, la FAO destaca que las comunidades indígenas suelen tener sistemas alimentarios "adaptados a nivel local y vinculados con la naturaleza".

El conocimiento tradicional de las comunidades indígenas, así como su escala de producción, hace que su sistema alimentario respeten a sus recursos humanos, volviendo su esquema de producción "resiliente frente al cambio climático" y asegurando la conservación y restauración de los bosques, por ejemplo.

En ese sentido, la FAO destaca que "los pueblos indígenas han contribuido como nadie a la domesticación de la agrobiodiversidad que hoy alimenta a la humanidad", ya que presentan sistemas alimentarios basados en la producción de alimentos autóctonos que muchas veces solo se encuentran en sus territorios.

Esta diversidad se vuelve importante si se tiene en cuenta que, actualmente, el 66% de la producción agrícola total del planeta está basada en solamente nueve especies de plantas, cuando existen más de 30.000 plantas comestibles.

De hecho, la FAO advierte que el 50% de nuestra alimentación está basada en cinco cultivos: el arroz, el trigo, el maíz, el mijo y el sorgo. En contrapartida, el mundo no presta la suficiente atención a otros cultivos típicos de las comunidades indígenas como la quinua, conocido como el "grano de oro de los Andes" y excelente fuente de nutrientes, o la moringa, proveniente del norte de la India, que también es rica en proteínas, vitaminas y minerales.

Pero, a pesar de las bondades de sus alimentos, los indígenas deben afrontar amenazas que ponen en peligro no solo sus sistemas de producción sino la supervivencia de sus propios ecosistemas. En América Latina, el avance del agronegocio ha puesto en jaque muchos de sus territorios. "Al menos la tercera parte de los megaproyectos de desarrollo de América Latina y el Caribe se superponen a territorios indígenas, afectando su seguridad jurídica y las condiciones de reproducción de sus estrategias de vida", advierte la FAO. 

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