Son tiempos de deslinde y no de pareceres y bondad
Bien intencionado y necesario el análisis y recomendación de la compatriota Arismendi.
No obstante, la diatriba que dió origen seguramente a su reflexión es parte de la discusión. Las actuales circunstancias económicas, sociales y políticas del Pais han propiciado debates y formas de enfrentar esas dificultades que no permiten descifrar a corto plazo los cambios y soluciones que muchos de esos hechos demandan de la población entera y de sus mentes más lucidas.
Esa dicotomia ha propiciado posiciones firmes y a veces radicales que para algunos es mal vista porque no admiten la crítica necesaria y oportuna.
En una realidad que nos tiene atrapados y que nos impide reaccionar porque suponemos deslealtad e inconsecuencia con nuestro proceso político y los líderes que la encabezan.
Que, producto de esas contradicciones surjan diferencias y desencuentros no tiene porqué alarmarnos.
Pero cuando se apela para fijar nuestra diferencia con alguien que suponemos del proceso revolucionario al señalamiento negativo, impropio, irresponsable, mordaz, grosero, descortés, injusto y hasta infame no podemos evitar sentir repudio, desagrado y hasta irá por ese mal proceder.
Tal como lo advierte Anahis, es parte de un proceso dialéctico y no debemos extrañarnos; cuando esas malas prácticas proceden incluso dentro de nuestras propias filas. Suponemos, ingenuamente, que solo en el terreno de nuestros enemigos de clase se generan tan indeseables formas de dirimir las contradicciones internas.
Y no es así.
La dinámica de procesos tan vilmente atacados como el nuestro no ha llevado a aplazar o posponer la críticas y juicios necesarios para corregir muchas cosas con la que no podemos conciliar como por ejemplo el tema de las inconsistencias entre lo prometido y lo ejecutado, o temas algidos como la corrupción, para solo citar solo algunos.
El tema es que así como nos equivocamos nosotros también se equivocan nuestros líderes y particularmente aquellos sobre quienes descansan responsabilidades estratégicas como el diseño y manejo de las políticas económicas.
No cuestionar ni exigir esos cambios que todos vemos y padecemos, aunque ello signifique enfrentar señalamientos de traidores o desleales, en nada contribuye al avance de nuestro Proceso y mucho menos al triunfo de nuestra revolución; por el contrario terminamos cohonestando con algo que por razones de principios no creíamos tolerar.
A veces me pregunto, si con nuestros adversarios fuimos directos y nuestra inconformidad no la ocultamos, pese a que tales formas de actuar y de pensar no podía costar hasta la propia vida; porque nos cuesta tanto enfrentar las dificultades y errores de nuestro proceso y de quienes tienen a su cargo la dirección de los mismos?
Porqué callamos y toleramos actos u omisiones inconcebibles en lo que debería ser la conducta de un revolucionario; mucho más si este desempeña cargos fundamentales para profundizar este proceso y no lo hace?
Porqué tenemos que callar e ignorar lo que está a la vista de todos?
Será ese precio que debemos pagar para mantenernos en el Poder?
No lo creo, por el contrario, soy de los que pienso que cueste lo que cueste, debe privar la coherencia entre lo que predicamos y lo que debemos hacer.
Debemos ser consecuentes con nuestros principios éticos y morales, para no cohonestar con las desviaciones ni las inconsecuencias de nuestro proyecto de cambio de sociedad socialista real y verdadera y no de cambios cosméticos y superfluos como algunos connotados funcionarios del Gabinete Económico y sus asesores pretenden posesionar.
A esa errada pero interesada visión de esos señores y señoras que manejan los hilos del poder económico de nuestro Gobierno se refirió con demasiado tacto y sinderisis nuestra respetada economista y a académica Pascualina Curzio.
La reacción de Jesús Farías más allá del cognomento y valoración critica que querramos darle a sus destempladas e inoficiosa crítica, lo que está en juego tras bambalinas es mucho más grave y preocupante.
Esa posición del compatriota Farias no fue un desplante de un economista que ha ocupado varios cargos dentro del Gobierno y ahora está en la ANC o una simple pifia contra Pascualina y su moderada crítica al equipo económico de Nicolás Maduro.
No, es algo más que todo eso.
Es el cambio de timón y de la orientación ideológica de una política económica totalmente ajena al Proyecto que Hugo Chávez diseñó en el marco de sus propias experiencias y expectativas que el Pueblo demandó y abrigo cuando decidió votar y hacerlo presidente ganando todas las batallas electorales que le tocó desafiar.
Chavez nunca perdió ni en los momentos más aciagos dónde su propia vida estuvo en juego y contrario a qué pudo esperarse; más bien radicalizo sus acciones y su mando; bajo la firme decisión de mandar/ obedeciendo.
En otras palabras, lo que se demostró en el debate de ideas de esos dos economistas del Proceso, es que estamos en presencia de dos visiones y formas profundamente distintas, es más, contradictorias e incluso antagónicas de un proceso de cambio y revolución que por esa vía no llegará a buen puerto.
Por eso, lo que estamos presenciando en ese debate de ideas es en verdad una reacción dialéctica y necesaria para cotejar entre dos modelos que no son afines y tienen intereses distintos.
En fin, creo camarada Anahis Arismendi, que querramos o no reconocer nos asomamos a un necesario e impostergable DESLINDE entre dos formas distintas de conseguir un objetivo que para unos representa recomponer a un capitalismo de Estado y para otros un Estado socialista de progreso y desarrollo igualitario, justo, equitativo y donde lo comunal sea el desideratum de nuestras luchas y mejores empeños.
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