Las elecciones presidenciales se acercan y EEUU opta por endurecer su política migratoria. La Administración de Trump está decidida a modificar la ley de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que protege a los inmigrantes que llegaron al país como niños, en un tira y afloja con la Corte Suprema.
DACA nunca ha sido santo de la devoción de Donald Trump. Este programa migratorio lleva en el centro de la diana de Trump desde que el político llegó a la Casa Blanca, pero la Justicia le ha impedido ponerle fin. Ahora su Gobierno vuelve a intentar acabar con él en vísperas de unas elecciones llenas de incógnitas.
Poco más de un mes después del fallo de la Corte Suprema de EEUU que bloqueó el intento del presidente de limitar el DACA, la actual Administración ha anunciado que seguirá sin aceptar nuevas solicitudes para el programa, mientras que quienes ya se benefician de él podrán renovarlo por un año, en lugar de los dos habituales.
"Vamos a hacer un DACA feliz, vamos a hacer felices a las personas y a los representantes de DACA y también vamos a tener un sistema de inmigración fantástico basado en méritos", dijo Trump con anterioridad.
Sin embargo, el secretario interino de Seguridad Nacional, Chad Wolf, declaró que, "mientras el Departamento [de Seguridad Nacional] siga analizando la política y estudiando posibles medidas para el futuro, el hecho es que el Congreso debe actuar sobre este asunto".
Donald Trump se ha mostrado siempre muy crítico con este programa, puesto en marcha en 2012 cuando gobernaba el demócrata Barack Obama y que ha protegido a unos 700.000 jóvenes inmigrantes. Queda por ver si la modificación de DACA se traducirá en más votos para el Partido Republicano de parte del sector más conservador de la sociedad estadounidense o si produce el efecto contrario.
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