martes, 8 de julio de 2014

POR LA BOCA MUERE EL PEZ


EL ESPEJO | JOSÉ VICENTE RANGEL 

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Era de esperarse. Me refiero a la reacción de los distintos voceros de la oposición con motivo de la denuncia del Alto Mando Político de la revolución bolivariana. Es sospechosa, por ejemplo, la unanimidad en la respuesta. Todos dicen lo mismo. Repiten que se trata de un montaje del gobierno. De una olla preparada por los organismos de inteligencia del Estado. Evidentemente que cuanto afirman esos personajes tiene como propósito descalificar, a priori, la denuncia que ha impactado al país, y denostar de Jorge Rodríguez quien, de manera brillante, hizo el planteamiento ante los medios de comunicación el pasado 28 de mayo. ¿Por qué no pedir más bien que se investigue la denuncia? Que se debata a fondo su contenido ¿Acaso no es eso lo democrático? ¿Por qué rechazar, automáticamente, el planteamiento? La sensación que genera tal actitud es que la denuncia dio en el blanco, provocó desasosiego en el campo opositor, y que la respuesta está orientada a encubrir más que a aclarar.


¿Por qué escribo esto? Porque el material probatorio entregado a los medios es comprometedor. Ante todo, porque lo que expresan los aludidos en los correos -presuntos partícipes en la tortuosa conspiración-, es lo mismo que suelen expresar a diario en discursos y mensajes públicos. ¿De qué extrañarse entonces? Los correos atribuidos a Machado, Arria y otros, reproducen el mismo lenguaje que ellos usan en todo momento. Si esos correos fueron o no manipulados, es algo que toca esclarecer a los organismos competentes, pero no es algo que se debe despachar alegremente. Ya que aceptar la descalificación caprichosa de materiales de inteligencia, con el argumento elemental, balurdo, de que son manipulados; o lo más grotesco aún, que un celular extraviado se usó para montar mensajes comprometedores, se estaría admitiendo que nada es confiable y que, por consiguiente, está garantizado a perpetuidad la impunidad.

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Pero lo que nadie puede negar, salvo que se tenga algún compromiso con los golpistas, es que en Venezuela hay una conspiración de carácter permanente en contra del sistema democrático, cuyo blanco ahora es el presidente Maduro. De eso no cabe duda. Quien lo niegue es porque es un despistado crónico o porque está comprometido en la aventura y le conviene disimular. Pero la conspiración, nacional e internacional, existe. Posee una dinámica creciente, y entre los que participan en ella hay la convicción de que el gobierno está a punto de caer. Por tanto, actúan con desparpajo, abiertamente, con deprecio al gobierno y a los organismos de seguridad e inteligencia del Estado.

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La subestimación es enfermedad endémica de la oposición venezolana. A Chávez lo subestimó cuando fue candidato presidencial y le gano las elecciones. Después lo subestimó en el poder y estuvo 14 años en la presidencia. A Maduro lo subestimó desde el primer momento. Vaticinó que duraría pocos días, semanas, o meses en Miraflores, y ya cumplió más de un año. Igual pasa ahora con los preparativos golpistas por parte de los conjurados. Desestiman a los servicio de inteligencia. No se percatan que éstos se han superado, y que hoy no son ni la sombra de aquellos que fueron incapaces de detectar los alcances de la conspiración del 11-A. Por eso incurren en frecuentes errores y torpezas. Hablan más de la cuenta. Alardean de su poder. Se jactan, con arrogancia, de lo que traman. De los planes que tienen. Sus actuaciones y estilo traen a la memoria aquello de que “por la boca muere el pez”.

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Los desmentidos a la grave acusación, con sustento en material excepcional por la coincidencia entre el contenido y lo que sus autores manifiestan en público a diario, así como su conexión con la violencia que afecta al país, pierden credibilidad. Históricamente se puede comprobar que lo que en un momento dado se niega en política, el tiempo se encarga de rebatir. En Venezuela hay muchos ejemplos, como los casos de los asesinados y desaparecidos en la ominosa etapa represiva de la IV República. Miles de casos fueron negados en su momento dado, pero luego se conocería la horrenda verdad. Y cuando el gobierno de EEUU niega su participación en la actual conjura contra Venezuela, bastaría recordar que también lo hizo en la conspiración contra Salvador Allende. Años después su injerencia la confirmaron los documentos secretos desclasificados del gobierno norteamericano. Ahora la palabra sobre la denuncia de magnicidio la tiene la administración de justicia. Y vendrá la segunda etapa de la denuncia: la conjura de dirigentes de oposición con militares. ¡Para coger palco! 

Laberinto

Si algo demuestra la actual situación es que Venezuela cuenta con una acertada política exterior. Ha tenido apoyo de personalidades, gobiernos, organismos multilaterales, que han reaccionado ante los ataques de que es objeto el país. Primero, repudiando la absurda conducta de la oposición, la violencia que ésta emplea; y, en segundo término, rechazando la feroz ofensiva del gobierno norteamericano, medios, redes sociales, ONG y la derecha de EEUU. Los efectos, pese a lo que sostienen internacionalistas chimbos, es que la amenaza tuvo una respuesta mundial y obligó a la Casa Blanca a moderar su posición, cuando manifestó que no se solidarizaba con la iniciativa de la derecha en el Congreso de sancionar a Venezuela…

Los efectos que está provocando en la oposición esta situación internacional, explica la confusión que hoy se manifiesta en círculos dirigentes. Crece en algunos la frustración, mientras que otros exteriorizan el reclamo de revisar la línea de acción que consideran errónea…

La denuncia sobre la implicación de personas de la oposición, algunas con alta figuración -caso Machado- estalló como una granada en el sector y aumentó el reclamo sobre la necesidad de deslindar, solicitando que se investiguen las denuncias del gobierno y que no opere la solidaridad automática. Se señala, igualmente, que hay dirigentes que actúan por la libre; que se desconoce en qué están metidos, y alertan sobre el peligro de que la oposición en su conjunto resulte involucrada en peligrosas aventuras que pudieren afectar su funcionamiento legal…

Las elecciones del Euro Parlamento sirvieron para mostrar el cambio político y social de ese continente, hasta ahora inadvertido, con motivo de la crisis. Demostración concreta es lo que pasó en España -también el fenómeno, de diverso signo ideológico y político, se observa en otros países-, donde un partido con apenas 4 meses de fundado obtuvo un millón trescientos mil votos y eligió 5 diputados, pasando a ser tercera fuerza, detrás del PP y el Psoe. Su líder, el carismático catedrático universitario, Pablo Iglesias, ha dicho: “La casta quiere mantener un sistema que nos lleva al desastre”. La casta es algo así como el puntofijismo en Venezuela. Iglesias afirma que su partido no aspira a ser un 15%, sino que aspirar a ser una nueva mayoría. Ya los acusan de populistas y de chavistas, por el lenguaje y audacia que demuestran. Entre sus dirigentes están Juan Carlos Monedero, quien trabajó con Chávez, y Errajón que lo hizo con Maduro. Algunos dirigentes de la “casta” se sorprenden que el bolivarianismo aparezca en España y no por la frustración que hay entre los españoles por la quiebra de las instituciones y la profunda crisis social…

Buena pregunta de Rafael Lacava -alcalde de Puerto Cabello- para aquellos que planifican el magnicidio: ¿Qué piensan hacer con los millones de chavistas?

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