LA GUERRA NUCLEAR EXTINGUIRÍA A LOS SERES HUMANOS
Según Karl von Clausewitz, la
guerra es "la continuación de la política por otros medios". Las
formas de hacer una guerra dependen de los propósitos de los combatientes. Por
ejemplo, en las guerras romanas, cuyo objetivo era expandir el imperio, el
objetivo militar principal eran los combatientes de la nación a conquistar,
para incorporar el pueblo una vez conquistado al imperio. Algo parecido es lo
que han pretendido hacer los Estados Unidos y sus aliados con otros países en
los últimos tres siglos.
Después, de la aparición de las
armas nucleares se cambió el concepto de guerra, por primera vez se podía dar
por resultado la aniquilación total de los dos bandos. Aun más, la especie
humana estaría expuesta a su extinción. Se consideraba que la Guerra fría del
siglo XX, había concluido, pero los últimas invasiones de las fuerzas armadas
estadounidense, a países como Irak, Afganistán, Pakistán, Libia y Siria,
demuestra lo contrario. Todas estas guerras tienen como fin, apoderarse de los
recursos petroleros y minerales de esos países.
Actualmente, la República de
Corea del Norte le declaró la guerra a Corea del Sur y a los Estados Unidos,
debido al bloque económico y militar contra su país. Igual situación de bloqueo
confronta Irán. La posibilidad de un enfrentamiento nuclear a escala regional,
es bastante probable porque Corea del Norte posee armas nucleares. Los efectos
de una guerra nuclear regional, aunque menores que los de una guerra nuclear
global, siguen siendo devastadores.
En un enfrentamiento nuclear,
entre las superpotencias nucleares, como EE.UU y Rusia, se podría detonar entre
5.000 a 10.000 megatones de fuerza explosiva. En 48 horas, se produciría una
lluvia radiactiva que acabaría con el 35% de los adultos sanos. Las tierras del
hemisferio norte podrían recibir más de 500 rems. (Unidad de medida de los
efectos de emisiones radiactivas en el ser humano: para tener una idea de lo
que representa el rems, un trabajador expuesto a radiaciones no puede recibir
más de 5 rem en un año. Esto implicaría un alto nivel de envenenamiento
radiactivo. Se calcula que unos 1.500 millones de personas morirían en los
primeros ataques.
El invierno nuclear asemejaría a
una glaciación repentina, de consecuencias catastróficas para los seres vivos.
La temperatura global bajaría de manera drástica en días, desde -10 °C en el
caso más modesto, hasta -50 °C en el más severo. La fotosíntesis no se
produciría y la casi totalidad de la vegetación moriría en pocos años,
siguiéndole todos los animales herbívoros. En pocos meses no habría alimentos
suficiente para la mayoría de los seres vivos.
Los océanos no serían afectados
por el oscurecimiento y el invierno nuclear, pero el aumento de la radiación
ultravioleta acabaría con el fitoplancton, y con la cadena nutritiva en los
mares, lo cual produciría una mortandad generalizada. Las diferencias en las
temperaturas entre los continentes y los océanos generarían un caos climático
gigantesco, lo que dificultaría enormemente la vida en las zonas costeras
marítimas. Esperamos que prive la sensatez entre los países involucrados y se
evite una catástrofe humanitaria.
FIDEL CASTRO :¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO EN COREA?
Para entender la actual crisis que afecta a
la península coreana nada mejor que ubicar la presente coyuntura en su contexto
histórico. Y nadie mejor que Fidel para ofrecernos una visión sintética y
didáctica a la vez de la complejidad del proceso que condujo a la grave
situación actual. Compartimos por eso dos “reflexiones” que el Comandante
escribió en Julio del 2008, y que conservan toda su actualidad.
Los acontecimientos que se
sucedieron a partir de sus escritos en nada modifican las tesis centrales que
allí se plantean. Todo lo contrario, el desenlace actual estaba ya inscripto en
el juego de fuerzas que el imperialismo y sus aliados establecieron después de
la Guerra de Corea con el propósito de contener el “expansionismo” soviético y
las “ambiciones territoriales” de la triunfante Revolución China.
Confío en que con este material,
podamos comprender un poco mejor las características e implicaciones de la
crisis, que se está desenvolviendo en esa parte del mundo que, para variar, ha
sido presentada de un modo brutalmente desfigurado, por los medios al servicio
del imperialismo: una Corea mala, agresiva, beligerante, la del Norte; y otra
Corea buena, amiga de Occidente y amante de la paz, la Corea del Sur. Se oculta
que éste es un país ocupado por Estados Unidos y cuya política exterior no la
decide el pueblo surcoreano ni Seúl sino que se determina en Washington, y más
concretamente en el Pentágono.
LAS DOS COREAS: PARTE I
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ
Martes, 22/07/2008
La nación coreana, con su
peculiar cultura que la diferencia de sus vecinos chinos y japoneses, existe
desde hace tres mil años. Son características típicas de las sociedades de esa
región asiática, incluidas la china, la vietnamita y otras. Nada parecido se
observa en las culturas occidentales, algunas con menos de 250 años.
Los japoneses habían arrebatado a
China en la guerra de 1894 el control que ejercía sobre la dinastía coreana y
convirtieron su territorio en una colonia de Japón. Por acuerdo entre Estados
Unidos y las autoridades coreanas, el protestantismo fue introducido en ese
país en el año 1892. Por otro lado, el catolicismo había penetrado igualmente
en ese siglo a través de las misiones. Se calcula que actualmente en Corea del
Sur alrededor del 25 por ciento de la población es cristiana y una cifra
similar es budista. La filosofía de Confucio ejerció gran influencia en el
espíritu de los coreanos, que no se caracterizan por las prácticas fanáticas de
la religión.
Dos importantes figuras ocuparon
los primeros planos de la vida política de esa nación en el siglo XX. Syngman
Rhee, que nace en marzo de 1875, y Kim Il Sung 37 años después, en abril de
1912. Ambas personalidades, de distinto origen social, se enfrentaron a partir
de circunstancias históricas ajenas a ellos.
Los cristianos se oponían al
sistema colonial japonés, entre ellos Syngman Rhee, que era practicante activo
del protestantismo.
Corea cambió de status: Japón
anexó su territorio en 1910. Años más tarde, en 1919, Rhee fue nombrado
Presidente del Gobierno Provisional en el exilio, con sede en Shanghai, China.
Nunca empleó las armas contra los invasores.
La Liga de las Naciones, en Ginebra, no le
prestó atención.
El imperio japonés fue
brutalmente represivo con la población de Corea. Los patriotas resistieron con
las armas la política colonialista de Japón y lograron liberar una pequeña zona
en los terrenos montañosos del Norte, durante los últimos años de la década de
1890.
Kim Il Sung, nacido en las
proximidades de Pyongyang, a los 18 años se incorporó a las guerrillas
comunistas coreanas que luchaban contra los japoneses. En su activa vida
revolucionaria alcanzó la jefatura política y militar de los combatientes anti
japoneses del Norte de Corea, cuando solo tenía 33 años de edad.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, Estados Unidos decidió el destino de Corea en la posguerra. Entró en
la contienda cuando fue atacado por una criatura suya, el Imperio del Sol
Naciente, cuyas herméticas puertas feudales abrió el Comodoro Perry en la
primera mitad del siglo XIX apuntando con sus cañones al extraño país asiático
que se negaba a comerciar con Norteamérica.
El aventajado discípulo se
convirtió más tarde en un poderoso rival, como ya expliqué en otra ocasión.
Japón golpeó sucesivamente décadas más tarde a China y Rusia, apoderándose
adicionalmente de Corea. No obstante, fue astuto aliado de los vencedores en la
Primera Guerra Mundial a costa de China. Acumuló fuerzas y, convertido en una versión
asiática del nazi fascismo, intentó ocupar el territorio de China en 1937 y
atacó a Estados Unidos en diciembre de 1941; llevó la guerra al Sudeste
Asiático y a Oceanía.
Los dominios coloniales de Gran
Bretaña, Francia, Holanda y Portugal en la región estaban condenados a
desaparecer y Estados Unidos surgía como la potencia más poderosa del planeta,
resistida solo por la Unión Soviética, entonces destruida por la Segunda Guerra
Mundial y las cuantiosas pérdidas materiales y humanas que le ocasionó el
ataque nazi. La Revolución china estaba por concluir en 1945 cuando la matanza
mundial cesó. El combate unitario anti japonés ocupaba entonces sus energías.
Mao, Ho Chi Minh, Gandhi, Sukarno y otros líderes prosiguieron después su lucha
contra la restauración del viejo orden mundial que era ya insostenible.
Truman lanzó contra dos ciudades
civiles japonesas la bomba atómica, arma nueva terriblemente destructiva de
cuya existencia, como se ha explicado, no había informado al aliado soviético,
el país que más contribuyó a la destrucción del fascismo. Nada justificaba el
genocidio cometido, ni siquiera el hecho de que la tenaz resistencia japonesa
había costado la vida a casi 15 mil soldados norteamericanos en la isla
japonesa de Okinawa. Ya Japón estaba derrotado y tal arma, lanzada contra un
objetivo militar, habría tenido más tarde o más temprano el mismo efecto
desmoralizador en el militarismo japonés sin nuevas bajas para los soldados de
Estados Unidos. Fue un acto incalificable de terror.
Los soldados soviéticos avanzaban
sobre Manchuria y el Norte de Corea, tal como lo habían prometido al cesar los
combates en Europa. Los aliados habían definido previamente hasta qué punto
llegaría cada fuerza. En la mitad de Corea estaría la línea divisoria,
equidistante entre el río Yalu y el Sur de la península. El gobierno
norteamericano negoció con los japoneses las normas que regirían la rendición
de las tropas en su propio territorio. Japón sería ocupado por Estados Unidos.
En Corea, anexada a Japón,
permanecía una gran fuerza del poderoso ejército japonés. En el Sur del
Paralelo 38, límite divisorio establecido, prevalecerían los intereses de
Estados Unidos. Syngman Rhee, reincorporado a esa parte del territorio por el
gobierno de Estados Unidos, fue el líder al que apoyó, con la cooperación
abierta de los japoneses. Ganó así las reñidas elecciones de 1948. Los soldados
del Ejército Soviético se habían retirado de Corea del Norte ese año.
El 25 de junio de 1950 estalló la
guerra en el país. Todavía se discute quién realizó el primer disparo, si los
combatientes del Norte o los soldados norteamericanos que montaban guardia
junto a los soldados reclutados por Rhee. La discusión carece de sentido si se
analiza desde el ángulo coreano. Los combatientes de Kim Il Sung lucharon
contra los japoneses por la liberación de toda Corea. Sus fuerzas avanzaron
incontenibles hasta las proximidades del extremo Sur, donde los yanquis se
defendían con el apoyo masivo de sus aviones de ataque. Seúl y otras ciudades
habían sido ocupadas. MacArthur, jefe de las fuerzas norteamericanas del Pacífico,
decidió ordenar un desembarco de la infantería de Marina por Incheon, en la
retaguardia de las fuerzas del Norte, que estas no podían ya contrarrestar.
Pyongyang cayó en manos de las fuerzas yanquis, precedidas por devastadores
ataques aéreos. Ello impulsó la idea por parte del mando militar norteamericano
en el Pacífico de ocupar toda Corea, ya que el Ejército de Liberación Popular
de China, dirigido por Mao Zedong, había infligido una derrota aplastante a las
fuerzas pro yanquis de Chiang Kai-shek, abastecidas y apoyadas por Estados
Unidos.
Todo el territorio continental y
marítimo de ese gran país había sido recuperado, con excepción de Taipei y
algunas otras pequeñas islas próximas donde se refugiaron las fuerzas del
Kuomintang, transportadas por naves de la Sexta Flota.La historia de lo
ocurrido entonces se conoce hoy bien. No olvidar que Boris Yeltsin entregó a
Washington, entre otras cosas, los archivos de la Unión Soviética.
¿Qué hizo Estados Unidos cuando
estalló el conflicto prácticamente inevitable bajo las premisas creadas en
Corea? Presentó a la parte norte de ese país como agresora. El Consejo de
Seguridad de la recién creada Organización de Naciones Unidas, promovida por
las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, aprobó la resolución sin
que uno de los cinco miembros pudiera vetarla. En esos precisos meses la URSS
se había manifestado inconforme con la exclusión de China en el Consejo de
Seguridad, donde Estados Unidos reconocía a Chiang Kai-shek, con menos del 0,3
por ciento del territorio nacional y menos del 2 por ciento de la población,
como miembro del Consejo de Seguridad con derecho al veto.
Tal arbitrariedad condujo a la
ausencia del delegado ruso, a consecuencia de lo cual se produjo el acuerdo de
ese Consejo dando a la guerra el carácter de una acción militar de la ONU
contra el presunto agresor: la República Popular Democrática de Corea. China,
ajena por completo al conflicto, que afectaba su lucha inconclusa por la
liberación total del país, vio cernirse la amenaza directa contra su propio
territorio, lo cual era inaceptable para su seguridad. Según datos publicados,
envió al primer ministro Zhou Enlai a Moscú, para expresar a Stalin su punto de
vista sobre lo inadmisible que era la presencia de fuerzas de la ONU bajo el
mando de Estados Unidos en las riberas del río Yalu, que delimita la frontera
de Corea con China, y solicitarle la cooperación soviética. No existían
entonces contradicciones profundas entre los dos gigantes socialistas.
El contragolpe chino se afirma que
estaba planeado para el 13 de octubre y Mao lo pospuso para el 19, esperando la
respuesta soviética. Era el máximo que podía dilatarlo. Pienso concluir esta
reflexión el próximo viernes. Es un tema complejo y trabajoso, que demanda
especial cuidado y datos tan precisos como sea posible. Son hechos históricos
que deben conocerse y recordarse.
LAS DOS COREAS: PARTE II
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ
Jueves, 24/07/2008
El 19 de octubre de 1950 más de
400 mil combatientes voluntarios chinos, cumpliendo las instrucciones de Mao
Zedong, cruzaron el Yalu y salieron al paso de las tropas de Estados Unidos que
avanzaban hacia la frontera china. Las unidades norteamericanas, sorprendidas
por la enérgica acción del país al que habían subestimado, se vieron obligadas
a retroceder hasta las proximidades de la costa sur, bajo el empuje de las
fuerzas combinadas de chinos y coreanos del Norte.
Stalin, que era sumamente
cauteloso, prestó una cooperación mucho menor que lo que esperaba Mao, aunque
valiosa, mediante el envío de aviones MIG-15 con pilotos soviéticos, en un
frente limitado de 98 kilómetros, que en la etapa inicial protegieron a las
fuerzas de tierra en su intrépido avance. Pyongyang fue de nuevo recuperado y
Seúl ocupado otra vez, desafiando el incesante ataque de la fuerza aérea de
Estados Unidos, la más poderosa que ha existido nunca.
MacArthur estaba ansioso por
atacar a China con el empleo de las armas atómicas. Demandó su uso tras la
bochornosa derrota sufrida. El presidente Truman se vio obligado a sustituirlo
del mando y nombrar al general Matheus Ridgway como jefe de las fuerzas de
aire, mar y tierra de Estados Unidos en el teatro de operaciones. En la
aventura imperialista de Corea participaron, junto a Estados Unidos, el Reino
Unido, Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Grecia, Canadá, Turquía,
Etiopía Sudáfrica, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, Tailandia y Colombia.
Este país fue el único participante por América Latina, bajo el gobierno
unitario del conservador Laureano Gómez, responsable de matanzas masivas de
campesinos. Con ella, como se vio, participaron la Etiopía de Haile Selassie,
donde todavía existía la esclavitud, y la Sudáfrica gobernada por los racistas
blancos.
Hacía apenas cinco años que la
matanza mundial iniciada en septiembre de 1939 había concluido, en agosto de
1945. Después de sangrientos combates en el territorio coreano, el Paralelo
38 volvió a ser el límite entre el Norte y el Sur. Se calcula que murieron en
esa guerra cerca de dos millones de coreanos del Norte, entre medio millón o un
millón de chinos y más de un millón de soldados aliados. Por parte de Estados
Unidos perdieron la vida alrededor de 44 mil soldados; no pocos de ellos eran
nacidos en Puerto Rico u otros países latinoamericanos, reclutados para
participar en una guerra a la que los llevó la condición de inmigrantes pobres.
Japón obtuvo grandes ventajas de
esa contienda; en un año, la manufactura creció un 50 %, y en dos recuperó la
producción alcanzada antes de la guerra. No cambió, sin embargo, la percepción
de los genocidios cometidos por las tropas imperiales en China y Corea. Los
gobiernos de Japón han rendido culto a los actos genocidas de sus soldados, que
en China habían violado a 25 decenas de miles de mujeres y asesinaron
brutalmente a cientos de miles de personas, como ya se explicó en una
reflexión.
Sumamente laboriosos y tenaces,
los japoneses han convertido su país, desprovisto de petróleo y otras materias
primas importantes, en la segunda potencia económica del mundo. El PIB de
Japón, medido en términos capitalistas –aunque los datos varían según las
fuentes occidentales–, asciende hoy a más de 4,5 millones de millones de
dólares, y sus reservas en divisas alcanzan más de un millón de millones.
Es todavía el doble del PIB de
China, 2,2 millones de millones, aunque esta posee un 50 % más de reservas en
moneda convertible que ese país. El PIB de Estados Unidos, 12,4 millones de
millones, con 34,6 veces más territorio y 2,3 veces más población, es apenas
tres veces mayor que el de Japón. Su gobierno es hoy uno de los principales
aliados del imperialismo, cuando este se halla amenazado por la recesión
económica y las armas sofisticadas de la superpotencia se esgrimen contra la
seguridad de la especie humana.
SON LECCIONES IMBORRABLES DE LA HISTORIA.
LA GUERRA, EN CAMBIO, AFECTÓ CONSIDERABLEMENTE A CHINA.
Truman dio órdenes a la VI Flota
de impedir el desembarco de las fuerzas revolucionarias chinas que culminarían
la liberación total del país con la recuperación del 0,3 % de su territorio,
que había sido ocupado por el resto de las fuerzas pro yanquis de Chiang Kai
shek que hacia allí se fugaron.
Las relaciones chino-soviéticas
se deterioraron después, tras la muerte de Stalin, en marzo de 1953. El
movimiento revolucionario se dividió en casi todas partes. El llamamiento
dramático de Ho Chi Minh dejó constancia del daño ocasionado, y el
imperialismo, con su enorme aparato mediático, atizó el fuego del extremismo de
los falsos teóricos revolucionarios, un tema en el que los órganos de
inteligencia de Estados Unidos se convirtieron en expertos.
A Corea del Norte le había
correspondido, en la arbitraria división, la parte más accidentada del país.
Cada gramo de alimento tenía que obtenerlo a costa de sudor y sacrificio. De
Pyongyang, la capital, no quedó piedra sobre piedra. Un elevado número de
heridos y mutilados de guerra debían ser atendidos. Estaban bloqueados y sin
recursos. La URSS y los demás Estados del campo socialista se reconstruían.
Cuando llegué el 7 de marzo de 1986
a la República Popular Democrática de Corea, casi 33 años después de la
destrucción que dejó la guerra, era difícil creer lo que allí sucedió. Aquel
pueblo heroico había construido infinidad de obras: grandes y pequeñas presas y
canales para acumular agua, producir electricidad, abastecer ciudades y regar
los campos; termoeléctricas, importantes industrias mecánicas y de otras ramas,
muchas de ellas bajo tierra, enclavadas en las profundidades de las rocas a
base de trabajo duro y metódico.
Por falta de cobre y aluminio se
vieron obligados a utilizar incluso hierro en líneas de transmisión devoradoras
de energía eléctrica, que en parte procedía de la hulla. La capital y otras
ciudades arrasadas fueron construidas metro a metro. Calculé millones de viviendas
nuevas en áreas urbanas y rurales y decenas de miles de instalaciones de
servicios de todo tipo. Infinitas horas de trabajo estaban convertidas en
piedra, cemento, acero, madera, productos sintéticos y equipos. Las siembras
que pude observar, dondequiera que fui, parecían jardines. Un pueblo bien
vestido, organizado y entusiasta estaba en todas partes, recibiendo al
visitante. Merecía la cooperación y la paz. No hubo tema que no discutiera con
mi ilustre anfitrión Kim Il Sung. No lo olvidaré. Corea quedó dividida en dos
partes por una línea imaginaria.
El Sur vivió una experiencia
distinta. Era la parte más poblada y sufrió menos destrucción en aquella
guerra. La presencia de una enorme fuerza militar extranjera requería el
suministro de productos locales manufacturados y otros, que iban desde la
artesanía hasta las frutas y vegetales frescos, además de los servicios. Los
gastos militares de los aliados eran enormes. Lo mismo ocurrió cuando Estados
Unidos decidió mantener indefinidamente una gran fuerza militar. Las
transnacionales de Occidente y de Japón invirtieron en los años de la Guerra
Fría considerables sumas, extrayendo riquezas sin límites del sudor de los
surcoreanos, un pueblo igualmente laborioso y abnegado como sus hermanos del
Norte. Los grandes mercados del mundo estuvieron abiertos a sus productos. No
estaban bloqueados.
- HOY EL PAÍS ALCANZA ELEVADOS NIVELES DE TECNOLOGÍA Y PRODUCTIVIDAD.
Ha sufrido las crisis económicas
de Occidente, que dieron lugar a la adquisición de muchas empresas surcoreanas
por las transnacionales. El carácter
austero de su pueblo le ha permitido al Estado la acumulación de importantes
reservas en divisas. Hoy soporta la depresión económica de Estados Unidos, en
especial, los elevados precios de combustibles y alimentos, y las presiones
inflacionarias derivadas de ambos.
El PIB de Corea del Sur, 787 mil
600 millones de dólares, es igual al de Brasil (796 mil millones) y México (768
mil millones), ambos con abundantes recursos de hidrocarburos y poblaciones
incomparablemente mayores. El imperialismo impuso a las mencionadas naciones su
sistema. Dos quedaron rezagadas; la otra avanzó mucho más. De Corea del Sur
apenas emigran a Occidente; de México, lo hacen en masa hacia el actual
territorio de Estados Unidos; de Brasil, Suramérica y Centroamérica, a todas
partes, atraídos por la necesidad de empleo y la propaganda consumista.
Ahora los retribuyen con normas
rigurosas y despectivas.
La posición de principios sobre
las armas nucleares suscrita por Cuba en el Movimiento de Países No Alineados,
ratificada en la Conferencia Cumbre de La Habana en agosto de 2006, es
conocida. Saludé por primera vez al actual líder de la República Popular
Democrática de Corea, Kim Jong Il, cuando arribé al aeropuerto de Pyongyang y
él estaba discretamente situado a un lado de la alfombra roja cerca de su
padre. Cuba mantiene con su gobierno excelentes relaciones.
Al desaparecer la URSS y el campo
socialista, la República Popular Democrática de Corea perdió importantes
mercados y fuentes de suministros de petróleo, materias primas y equipos. Al
igual que para nosotros, las consecuencias fueron muy duras. El progreso
alcanzado con grandes sacrificios se vio amenazado. A pesar de eso, mostraron
la capacidad de producir el arma nuclear.
Cuando se produjo hace alrededor
de un año el ensayo pertinente, le transmitimos al gobierno de Corea del Norte
nuestros puntos de vista sobre el daño, que ello podía ocasionar a los países
pobres del Tercer Mundo que libraban una lucha desigual y difícil contra los
planes del imperialismo, en una hora decisiva para el mundo. Tal vez no fuera
necesario hacerlo. Kim Jong Il, llegado a ese punto, había decidido de antemano
lo que debía hacer, tomando en cuenta los factores geográficos y estratégicos
de la región.
Nos satisface la declaración de
Corea del Norte sobre la disposición de suspender su programa de armas
nucleares. Esto no tiene nada que ver con los crímenes y chantajes de Bush, que
ahora se jacta de la declaración coreana como éxito de su política de genocidio.
El gesto de Corea del Norte no era para el gobierno de Estados Unidos, ante el
cual no cedió nunca, sino para China, país vecino y amigo, cuya seguridad y
desarrollo es vital para los dos Estados.
A los países del Tercer Mundo les
interesa la amistad y cooperación entre China y ambas partes de Corea, cuya
unión no tiene que ser necesariamente una a costa de la otra, como ocurrió en
Alemania, hoy aliada de Estados Unidos en la OTAN. Paso a paso, sin prisa, pero
sin tregua, como corresponde a su cultura y a su historia, seguirán tejiéndose
los lazos que unirán a las dos Coreas. Con la del Sur desarrollamos
progresivamente nuestros vínculos; con la del Norte han existido siempre y
continuaremos fortaleciéndolos.
EL DEBER DE EVITAR UNA GUERRA EN COREA
Por: Fidel Castro Ruz | Viernes, 05/04/2013
Hace unos días me referí a los
grandes desafíos que hoy enfrenta la humanidad. La vida inteligente surgió en
nuestro planeta hace alrededor de 200 mil años, salvo nuevos hallazgos que
demuestren otra cosa. No confundir la existencia de la vida inteligente con la
existencia de la vida que, desde sus formas elementales en nuestro sistema
solar, surgió hace millones de años.
Existe un número prácticamente infinito
de formas de vida. En el trabajo sofisticado de los más eminentes científicos
del mundo se concibió ya la idea de reproducir los sonidos que siguieron al Big
Bang, la gran explosión que tuvo lugar hace más de 13.700 millones de años.
Sería esta introducción demasiado
extensa si no fuese para explicar la gravedad de un hecho tan increíble y
absurdo como es la situación creada en la península de Corea, en un área
geográfica donde se agrupan casi 5 mil de los 7 mil millones de personas que en
este momento habitan el planeta.
Se trata de uno de los más graves
riesgos de guerra nuclear después de la Crisis de Octubre en 1962 en torno a
Cuba, hace 50 años. En el año 1950 se desató allí una guerra que costó millones
de vidas. Hacía apenas 5 años que dos bombas atómicas habían estallado sobre
las ciudades indefensas de Hiroshima y Nagasaki, las que en cuestión de minutos
mataron e irradiaron a cientos de miles de personas.
En la península coreana el
General Douglas MacArthur quiso emplear las armas atómicas contra la República
Popular Democrática de Corea. Ni siquiera Harry Truman se lo permitió. Según se
afirma, la República Popular China perdió un millón de valientes soldados para
impedir que un ejército enemigo se instalara en la frontera de ese país con su
Patria. La URSS, por su parte, suministró armas, apoyo aéreo, ayuda tecnológica
y económica.
Tuve el honor de conocer a Kim Il
Sung, una figura histórica, notablemente valiente y revolucionaria. Si allí
estalla una guerra, los pueblos de ambas partes de la Península serán
terriblemente sacrificados, sin beneficio para ninguno de ellos. La República
Popular Democrática de Corea siempre fue amistosa con Cuba, como Cuba lo ha
sido siempre y lo seguirá siendo con ella.
Ahora que ha demostrado sus
avances técnicos y científicos, le recordamos sus deberes con los países que
han sido sus grandes amigos, y no sería justo olvidar que tal guerra afectaría
de modo especial a más del 70 % de la población del planeta.
Si allí estallara un conflicto de
esa índole, el Gobierno de Barack Obama en su segundo mandato quedaría
sepultado por un diluvio de imágenes que lo presentarían como el más siniestro
personaje de la historia de Estados Unidos. El deber de evitarlo es también
suyo y del pueblo de Estados Unidos.
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