Con el fin de la Segunda Guerra Mundial los criminales de guerra del Reich no podían pensar en nada que no fuese salvarse el pellejo. Querían esquivar ser juzgados por sus crímenes, así que decidieron escapar a otros países. Hubo quienes decidieron ayudarlos. Entre ellos, sacerdotes de la Iglesia católica.
Los criminales nazis empezaron a buscar un lugar seguro y a abandonar su Reich como ratas escapando de un barco que se estaba hundiendo. Las rutas de escape para los exmiembros de las SS aparecieron precisamente cuando la caída del Reich se hizo obvia e inevitable: dichas rutas pasaron a conocerse como líneas de ratas —ratlines, en inglés—. Hubo varias rutas, pero entre ellas destacaron tres principales.
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La primera comenzaba en Alemania, atravesaba España y llegaba a su punto final en Argentina. La segunda línea de ratas atravesaba las ciudades italianas de Roma y Génova y terminaba en algunos países sudamericanos, y la tercera atravesaba territorio de algunos países de Oriente Medio y tuvo su punto final, también, en algunos países de América Latina.
La existencia de estas líneas ayudó a muchos exintegrantes de las SS a escapar de la justicia. Durante muchos años vivieron en algunos países sudamericanos e incluso trabajaron para gobiernos locales o para Estados Unidos. Pero es cierto que hubo casos en los que los servicios especiales de Israel atrapaban a los nazis en su escondite y los transportaban a Israel para poder procesarlos por tomar parte en el Holocausto.
Si bien se acepta universalmente que el führer de la Alemania nazi, Adolf Hitler, se suicidó en su búnker en Berlín en los últimos días de la guerra, hubo teorías conspiranoicas según las cuales pudo haber usado una de las líneas de ratas para escapar a Argentina. Si bien no fue lo que sucedió, sí es verdad que muchos nazis huyeron del territorio alemán y lo hicieron con la ayuda de unos sacerdotes.
El padre que se convirtió en el primer salvador de los nazis
Uno de los creadores de las líneas de ratas fue un simpatizante de Adolf Hitler y de la ideología nazi, un sacerdote austriaco de la Iglesia católica afincado en Roma de nombre Alois Hudal. Había glorificado las políticas del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y, en ocasiones, criticado y atacado indirectamente las políticas del Vaticano. Su trabajo ayudó a encontrar refugio fuera del Viejo Continente a muchos nazis prominentes y representantes de otros países pertenecientes o leales a los países del Eje.
Hudal daba gracias a Dios por poder salvar a los exintegrantes de las SS y a otros criminales de guerra. Fue conocido por su perversa posición hacia la derrota del nazismo. Creía que la guerra contra Alemania "no era una cruzada", sino que con toda seriedad aseveraba que esta era una "rivalidad de complejos económicos". Mientras tanto ponía en duda que la gente a la que ayudaba fueran criminales de guerra.
La táctica era simple: los simpatizantes de los nazis como Hudal inventaban una identidad falsa para los exintegrantes de las SS, conseguían los papeles necesarios, luego obtenían un visado para ellos en la embajada de un país determinado —a menudo a través de sobornos—, compraban billetes de barco y los enviaban a un lugar seguro.
Uno de los monstruos a quien salvó fue el arquitecto del Holocausto y el culpable de la muerte de cuatro millones de personas, Adolf Eichmann. Se escondió durante dos años en diferentes monasterios de Italia. En 1950 obtuvo documentos falsificados y se mudó a Argentina, donde vivió casi una década hasta que lo capturaron los servicios especiales de Israel en mayo de 1960 y lograron trasladarlo al país hebreo.
Otro caso famoso es el del excomandante de los campos de concentración Sobibor y Treblinka, Franz Stangl, culpable de decenas de miles de muertes. Llegó a la capital italiana buscando en pánico a Hudal porque sabía que el sacerdote ayudaba a los nazis. Cuando encontró a Hudal, este último le ayudó a escapar a Siria y dio mucho dinero. Durante su estancia en el país árabe Stangl ahorró más dinero y después se mudó a Brasil.
El obispo Hudal también ayudó al infame capitán de las SS y excomandante del gueto en la capital letona Eduard Roschmann, conocido como el Carnicero de Riga, quien fue culpable de la muerte de unos 40.000 judíos en el país báltico. El sacerdote austriaco ayudó al criminal nazi a mudarse de Génova a Argentina.
Alois Hudal fue uno de los primeros, pero no el único obispo que prestaba ayuda a los fugitivos nazis en aquella época.
El sacerdote croata cómplice de EEUU que ayudó a los nazis a encontrar cobijo
Estados Unidos también jugó su propio papel en el uso de las líneas de ratas. A finales de la década de 1940 los servicios especiales norteamericanos ayudaron a dar cobijo a los exoficiales de la Gestapo y de las SS por una simple razón: querían usarlos para su propio beneficio. Y este trabajo sucio se le encomendó al sacerdote croata Krunoslav Draganovic.
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En aquella época el Cuerpo de Contrainteligencia (CIC, por sus siglas en inglés) operaba activamente en la zona de ocupación estadounidense en la Austria de posguerra. La URSS exigió que Washington trasladara criminales de guerra nazis para luego procesarlos, y lo hizo en plena concordancia con un trato especial entre EEUU y la Unión Soviética que estipulaba que la parte norteamericana tenía que extraditar a los criminales de guerra.
Sin embargo, los aliados decidieron no tomar ninguna acción porque querían evitar que se revelasen detalles sobre su cooperación con los exmiembros de las SS. Entonces Washington ideó un plan: solicitaron la ayuda de Draganovic, quien usó el dinero estadounidense para conseguir pasaportes italianos y argentinos, visados y billetes de barco para enviar a centenares de torturadores de las SS a América Latina.
Uno de los criminales nazis que lograron escapar de la justicia fue el Carnicero de Lyon, hauptsturmführer de las SS, Klaus Barbie, quien fue culpable de la muerte de 14.000 personas. Él personalmente torturó a los miembros de la resistencia francesa y a muchos judíos. Barbie fue el verdadero maestro de las torturas. La gente en el Pentágono sabía bien de su existencia y de sus destrezas. Así que en 1947 Barbie empezó a colaborar con el CIC.
Enseñó a los oficiales estadounidenses el arte de las interrogaciones violentas. También trabajó en la República Federal de Alemania. Cuando Francia se enteró del paradero del Carnicero de Lyon, los estadounidenses crearon una identidad falsa y consiguieron los papeles necesarios para el criminal nazi con tal de enviarlo a Bolivia, donde vivió durante 30 años en la ciudad de Cochabamba. Pero en 1983 las nuevas autoridades bolivianas lo extraditaron a Francia.
Asimismo, Krunoslav Draganovic es conocido por organizar el traslado a Argentina de su compatriota y caudillo del Estado Independiente de Croacia —aliado de los países del Eje— Ante Pavelic. En mayo de 1945, huyó a Austria, donde permaneció algunos meses antes de huir a la capital italiana. En Roma permaneció bajo la protección de la Iglesia católica. Luego, vivió en Argentina y en la España franquista.
Hudal y Draganovic no fueron los únicos sacerdotes que ayudaron a los nazis a escapar a América Latina. Hubo otros obispos que organizaron la fuga de más de 5.000 exoficiales de las Schutzstaffel. A menudo la Iglesia católica estaba al tanto de lo que hacían sus clérigos, pero efectivamente no se lo impedía.
Ayudar a estos monstruos debería considerarse un pecado y un crimen, y las personas que ayudaron en su huida no merecían pertenecer a la Iglesia.
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