Lunes, 02/06/2014
La mayoría de las personas piensan que la época de la esclavitud, es un fenómeno aterrador del pasado, pero aproximadamente 3 millones de mujeres y niños en el planeta, son sometidos a la servidumbre sexual o para la extracción de sus órganos, de las cuales se calcula que la mitad son traficados por la fuerza, el engaño o la coerción económica. Otras fuentes sugieren que entre 500.000 a 1.000.000 mujeres y niños con apenas seis años de edad, son traficados anualmente a través de las fronteras con estos fines. Muchas de estas personas no llegan a los 30 años de vida, mueren de sida y otras enfermedades de transmisión sexual, por falta de salud, abuso físico y sicológico, de violencia o por efectos de drogas.
El tráfico de personas es uno de los problemas graves de derechos humanos, solo comparable con la pobreza en el mundo, sin embargo estas situaciones trágicas no han despertado una repuesta urgente por parte de los gobiernos. Como muestra tenemos el compromiso contraído por los 185 países miembros de Naciones Unidos en el año 2000, conocido como las metas de milenio, donde ni siquiera todos los países “desarrollados” han podido reducir la pobreza extrema a la mitad para el año 2015.
Por supuesto, el problema del tráfico de personas lo ocasiona la pobreza mundial, los conflictos bélicos y las desigualdades que ocasiona el sistema capitalista que impera en el planeta. Estos dos problemas constituyen una actitud inhumana de carácter internacional que ocupan los primeros lugares lucrativos después del narcotráfico y el comercio de armas.
Las políticas gubernamentales actuales de la mayoría de los países, no solo estimulan el tráfico sino que hacen más víctimas a quienes lo padecen. Si bien, el carácter clandestino del tráfico torna difícil el castigo de los responsables de este comercio inhumano, sin la cooperación de las personas víctimas de esta actividad, la mayoría de estas no encuentran ayuda de los gobiernos. La política de penalizar a las mujeres que realizan actividades sexuales no sólo las vuelve a victimizar, sino que con frecuencia las obliga a permanecer bajo el control de quienes las explotan.
Muchos gobiernos se muestran renuentes a reconocer la existencia de la servidumbre y el tráfico sexual en sus países. Otras naciones evitan el tema para no comprometer a los países en donde esa práctica es su medio de vida. En consecuencia, la esclavitud sexual tiene una apariencia de legalidad. Por todas estas injusticias, se justifica más que nunca la batalla por el Socialismo en el mundo, única forma de acabar con la esclavitud del hombre por el hombre. Para mayor información sobre el tema, buscar investigación de la OEA, y el Protocolo de la ONU para evitar, eliminar y sancionar el tráfico de personas del año 2000.
Germán Saltrón Negretti
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