Lunes, 18/02/2013
Comentar la renuncia del Papa Ratzinger parece
inevitable para los que luchamos por los Derechos Humanos. El sistema
capitalista ha terminado de corromper a todas las instituciones que conviven en
el planeta tierra, eso es evidente. La inmensa mayoría de las personas
consideramos que debemos erradicar la corrupción si queremos justicia social en
la tierra. Algunas personas consideran que es imposible radicar ese maleficio humano.
Lo que no se puede aceptar, es que la iglesia católica se resigne a ella, ese
fue mi razonamiento hasta el día miércoles de ceniza.
Afortunadamente, Benedicto XVI durante la misa
del miércoles de ceniza, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, llamó a los
fieles a la “unidad de la Iglesia católica y denunciar los “golpes contra la
misma”. También emplazó a los fieles a superar el “individualismo”. Dijo que Jesús denunció la “hipocresía
religiosa, el comportamiento de quienes buscan el aplauso y la aprobación del
público”. “El verdadero discípulo no
sirve a sí mismo o al público, sino a su señor, de manera sencilla, simple y
generosa” subrayó el Papa.
Será que el Papa revolucionario necesario en
estos tiempos, quiere lanzar ese rayo que cayó sobre la Basílica de San Pedro,
el día de su renuncia, como una señal
del Señor para que todos los católicos verdaderos reaccionen y se unan para
hacer un acto de contrición y adecentar a la Iglesia católica.
De
Benedicto XVI, esperamos otros milagros revolucionarios, ante del 27 del
“Febrero Rebelde”, día de su despedida para que termine su víacrucis, y ante su
arrepentimiento moral, en su retiro espiritual del monasterio de monjas de
clausura “Mater Ecclesiae”, continúe señalando los males de que adolece la
Iglesia católica para su regeneración, y
de esta manera resarcir en parte los males efectuado a la humanidad.
Mis análisis se confirmaron el día domingo 18 de
febrero, cuando en la plaza San Pedro vimos a Benedicto XVI, pidiéndole a la
Iglesia Católica que se “renueve” y “reniegue del egoísmo” en el penúltimo
Ángelus. Dios quiera que sus cardenales oigan su ruego, si verdad creen en
Dios, para bien de los seres humanos.
Germán Saltrón Negretti.
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